Medio no es remedio
Dice la prensa que los políticos se han lanzado a recuperar la calle y que por este motivo hacen gestos inéditos, como aprovechar el foro de la telebasura o encararse con los manifestantes. Es un diagnóstico superficial. El asunto se agrava con los despistados jefes de comunicación que, en su ignorancia, ponen a sus líderes al borde del ridículo y juegan con ellos como productos de experimentación. A Pedro Sánchez le conviene destituir a su directora de prensa antes de que le cause más daño con apariciones vergonzantes y su fijación por la notoriedad a cualquier precio. Y al lehendakari Urkullu le haría bien responder a quienes le gritan tras la pancarta, pero evitando la crispación, con dominio y sin aspavientos. No es bueno para un mandatario bajar al territorio de la bronca, porque esas personas a las que se enfrenta no son la ciudadanía, sino un sector activo pero reducido que se arroga la representación colectiva. ¡Cuidado con la suplantación movilizada!
Se equivocan los mcluhanianos tardíos con que el medio es el mensaje. Eso se acabó. Peor aún es que piensen que el medio es el remedio de los males del producto. El mayor error de los estrategas iletrados es pensar que el actual problema de los partidos (y en general, de las empresas y organizaciones) es de comunicación, cuando el problema es de mensaje. La comunicación es el proceso y la codificación, mientras que el mensaje es el contenido, lo esencial, la verdad que se comprende. La confusión entre comunicación y mensaje es la causa de todos los desengaños por la frustración que produce una información vacía. Es asombroso constatar el reducido número de dirigentes capaces de sintetizar su mensaje. De ahí su adhesión a los tópicos y su previsibilidad.
Queridos políticos: hagan como Azkuna. Definan su mensaje, añadan emoción, tengan cierto atrevimiento, no se aten con demasiadas reglas, liberen la verdad, no teman a la gente y acepten su sencilla e incómoda interpelación. ¿La calle? Un lugar perdido que espera un mensaje original garantizado por su certeza.