Marilyn, la II Guerra Mundial y una bolsa de basura
El cineasta Billy Wilder cayó en una cuenta de una extraña realidad: existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Y ante semejante realidadad contempló una cierta semejanza entre las dos: eran el infierno, pero valían la pena. A esta nómina cabe añadir ahora la basura, un artículo de lujo en el debate político. ¿Qué hacer con ella?, ¿cómo deshacerse de los deshechos?, o ¿cuánto cuesta su recogida y reciclaje? son preguntas que revolotean entre los despachos y los plenos, cuestiones que se utilizan como armas arrojadizas mientras el común de los mortales sigue sin saber bien qué hacer con una peladura de plátano, un tarro de mermelada, un envase de aceite de oliva virgen o un cartón de leche. Reciclarlo, sí. Pero dónde y cómo.
A la vista de semejante desmán, viene a mi memoria el recuerdo de aquellas palabras de Joaquín Sabina, donde el muy canalla recordaba que la poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios o de los lechuginos de televisión. ¿O sea que echamos por la borda un soneto bien trabado cada vez que cerramos la bolsa de basura...? Lo que faltaba para el desconcierto del ciudadano que, sensible pero no tanto, piensa que lo importante es reciclar y no tanto el dónde, el cómo o el por cuánto.
Escribo que la porquería está en boca de todos y siento que es una desproporción, una caricatura de un debate sobre el que quizás este confundido. A lo mejor no está en juego el qué hacer con el esqueleto de un pata negra sino algo más, un modelo de gestión. Pero desde la calle se piden otras cosas, debates más profundos sobre cómo generar trabajo, cómo llevar las riendas de una ciudad sin que se desboque el potro salvaje del paro. Son legión los ciudadanos a quienes, antes que el reciclaje y sus disquisiciones, les preocupa ver a compatriotas husmeando en los contenedores. Eso sí que es mierda pura.