Cielo raso de Bilbao, 2º dcha.
Cualquier día de estos, llegará una multa, el impuesto del IBI o un requerimiento notarial a Puente de la Salve, bajo izquierda; Plaza Ametzola, Exterior C, o Cielo Raso de Bilbao, 2º derecha. Es lo que se tercia en estos días, donde hacerse con un domicilio, aunque sea postal, se ha convertido en una tarea de titanes para un buen puñado de conciudadanos. Quiere la ley que cualquier bilbaino, sea de la condición social que sea, esté empadronado y en cumplimiento de esa norma pueden registrarse domicilios semejantes a los ya citados.
El mal no es nuevo pero resulta curioso observar cómo el lenguaje ha desembocado en los sin techo actuales. Así, hubo un tiempo en que fueron conocidos como mendigos, pese a que no ejercían la mendicidad. En otras ocasiones se les bautizó como vagabundos, pero ha de considerarse que son más sedentarios que nómadas. Ninguno de los dos términos está hoy en boga.
También se pasaron de rosca nombres como carrilero, que se refiere a personas que vagabundean, no solo entre las calles, sino entre ciudades, o transeúntes, palabra que pone énfasis en que la mayoría de las personas sin hogar viven en las calles, algo que no tiene por qué ser así, dado que algunas residen en albergues.
Las ONG y otras gentes de sensibilidad extrema o de cuidadosa caligrafía política apuestan, en los últimos tiempos, por llamarles personas en situación de calle o personas sin hogar, adecuándose a sus posibilidades de vida. Que les llamen como quieran, siempre sin ofender. La realidad de esta noticia es que ahora les exigen un timbre metafórico donde llamarles.