Es aconsejable no ir en un Simca 1000, si una pareja hace caso a Los Inhumanos o a esas escenas que nos trajo Hollywood de los autocines, donde al parecer solo pueden suceder dos cosas: que te rebane el pescuezo un serial killer o que haya que ampliar el vehículo porque donde entran dos salen tres. Más allá de la anécdota, la historia tiene su encanto: Bizkaia contará, por fin, con una pradera donde pastar los cinéfilos empedernidos y otras gentes menos interesadas en el séptimo arte.
Cada quien en su propio palco. Así rezaba el eslogan del primer Drive-in en 1933, hace ya ochenta años. Creados como una forma económica de ir al cine (los programas de mano recuerdan que costaban 25 centavos por persona), los Drive-in eran cines al aire libre donde uno veía la película desde su propio coche. La invención de Richard Milton alcanzó gran popularidad en los años 50 en Estados Unidos, donde algunas ventanillas se empañaban de vaho sin que ello molestase a los presuntos espectadores. Quizás por ello han decidido reservar en el descampado un rincón con cubos y esponjas.
Por supuesto, en el Autocine Getxo se podrá ver una película con todas las comodidades que ofrece un coche en una pantalla singular, enorme. El lugar ha sido elegido con esmero para impedir interferencias en la proyección y el tráfico rodado. Faltaría más. Hay que agradecer a los dos jóvenes de Getxo que hayan importado la idea, ahora que vemos la necesidad de ideas caras a bajo coste. Aunque más bien debiera hablarse de un desembarco. No por nada, hablamos de ochenta años de diferencia con las costas Este y Oeste de los Estados Unidos, así que cabe pensar que la han traído a nado.