Es curioso y da que pensar. Uno de los grandes dioses de la ciencia ficción, H. G. Wells, puso los pies en el suelo cuando dijo que siempre que veía a un adulto encima de una bicicleta recuperaba la esperanza en el futuro de la raza humana. Quizás porque la bicicleta fue la primera novia de nosecuántas generaciones (¡ay mi primera, roja pasión y con un par de... manillares!) y está muy ligada a la niñez, la estampa de un adulto a bordo de una bicicleta enternece. No hay maldad en los niños, tendemos a pensar.
Es curiosa, también, las mil y una tribulaciones que se atribuyen a los orígenes de este vehículo. Su invención, bajo el nombre de drasiana, se atribuye al barón alemán Karl Christian Ludwig Drais von Sauerbronn en 1817. A partir de entonces han corrido a la par de este vehículo mil y una historias, desde dos ruedas hechas de bambú y unidas por una rueda que se localizaron en la China de los años remotos, sin conocer la utilidad para la que fueron hechas, hasta el boceto de una bicicleta que aparece en el Codex Atlanticus, de Leonardo da Vinci, allá por 1490. Solo a finales del siglo XX se descubrió que era una falsificación añadida después de su restauración. Y no hay que olvidar al celerífero al que también llamaban caballo de ruedas. Este consistía en un listón de madera, terminado en una cabeza de león, de dragón o de ciervo, y montado sobre dos ruedas, ingenio atribuido en París al conde francés Mede de Sivrac, aristócrata inexistente, salvo en la imaginación de un periodista parisién. No es extraño, en esa niñez de la que hablábamos, soñar que la bici es una montura casi mitológica. No por nada, sobre sus lomos nos hemos sentido caballeros medievales, jinetes del lejano Oeste o pilotos de Fórmula 1, según el juego del día.
Hoy es noticia que la bicicleta es el medio más veloz y eficaz para moverse por la ciudad. Lo sabíamos desde pequeños, pero fuimos olvidándolo a medida que crecimos y nos dimos a otras comodidades. Verlo ahora plasmado ahí, en papel de periódico, reconforta. No estábamos tan desencaminados.