ESTA dura crisis nos hace mirar de nuevo como sociedad a la importancia del sector primario, a nuestras explotaciones agrarias, a nuestros arrantzales y baserritarras, y nos hace valorar su importancia como ámbito potencial de generación de empleo y riqueza social. En este contexto, el debate comunitario en torno al futuro de la Política Agraria Común (PAC) es determinante para nuestro sector primario en Euskadi, y puede ser clave en la creación de empleo y de calidad de vida para todos nosotros.

La vieja política agrícola de los años sesenta está pendiente de una necesaria reforma. La cuestión ahora es saber, en caso de que haya acuerdo político europeo, qué nuevo modelo se implantará, o si se seguirá perpetuando un modelo, el vigente, tan injusto como ineficaz. En Europa, ningún asunto afecta más directamente y más a diario a los ciudadanos que la política agrícola común: determina las condiciones de la producción de nuestro pan diario, de los alimentos que se producirán y se consumirán, las decisiones e impuestos en esta materia repercuten directamente en la cartera del consumidor y del productor, y desempeña una función clave en la satisfacción de las grandes ambiciones europeas en materia de clima, medio ambiente y sanidad.

Desde hace 50 años, cerca de la mitad del presupuesto europeo se destina a la PAC. Actualmente supone una cifra cercana a los 50.000 millones. Su reforma constituye una oportunidad de cambio de paradigma hacia una agricultura menos orientada hacia el productivismo y más respetuosa con los terrenos, los recursos naturales, los agricultores y los ciudadanos. Hasta ahora se ha dado preferencia a prácticas agrícolas perjudiciales para la fertilidad de la tierra y para el medio ambiente y el cambio generacional, pero también injustas con respecto a terceros países menos favorecidos.

Gran parte del pastel de la PAC se ha repartido siempre en función de la superficie de las explotaciones. Al cabo de los años, este sistema ha acabado favoreciendo a las explotaciones más grandes, que sin embargo no suelen destacar por ser respetuosas con el medio: un jugoso ingreso catastral para la industria agroalimentaria. Hay otros muchos puntos que criticar en el vigente sistema, como la posibilidad de recibir una doble subvención por un mismo tipo de medida "ecológica", o los pocos recursos complementarios asignados a los jóvenes que se inician en la agricultura.

Es fundamental que se garantice en el nuevo sistema la introducción de un límite máximo (se habla de un tope de 300.000 euros) a las subvenciones de los grandes propietarios de terrenos (por citar un nombre conocido, la Reina de Inglaterra ha venido percibiendo en torno a 8 millones al año), y una calificación y definición más correcta del término agricultor activo, para evitar que otras partes, como aeropuertos o campos de golf, se beneficien, como sorprendentemente ha ocurrido hasta ahora, de la financiación destinada a la agricultura.

Hay que acabar con un modelo de PAC que, como ocurre con el vigente, beneficia a los terratenientes ricos y no contribuye en absoluto a proteger el medio ambiente. El régimen de pago único, que representa la mayoría del dinero, es un premio que se recibe por el mero hecho de poseer terrenos. Cuanto más terreno posea una persona, más recibe. El sistema de subsidios no fomenta un modelo sostenible de explotaciones. Al contrario, desincentiva prácticas sanas como las desarrolladas por nuestros baserritarras. Hay que defender, desde Euskadi y en Europa, el cambio de sistema. Nuestro modelo productivo agrario es muy diferente al mediterráneo o andaluz. No valoro si mejor o peor, simplemente muy diferente. Y nuestra voz debe oírse, respetarse, y ser tenida en cuenta. El futuro de nuestro campo, de nuestras explotaciones, del cada vez mayor número de jóvenes incorporados a este necesario sector primario, depende de ello.

Por toda Europa se están destruyendo hábitats de flora y fauna esenciales, a menudo en tierras que no tienen ningún valor agrícola, simplemente con el fin de ampliar la tierra que es apta para recibir subsidios. Europa está en crisis. Se están recortando los servicios públicos esenciales, pero al mismo tiempo se están pagando 50.000 millones de euros al año a propietarios de tierras por el mero hecho de ostentar tal condición. Es injusto e ineficaz. Por ello, el apoyo al cambio de la PAC es clave para el futuro de nuestro modelo productivo agrario vasco, y nuestras competencias deben ser respetadas y apoyadas desde Europa.