A 5 de enero es difícil resistirse a no a escribir la carta a los Reyes Magos y pedirles lo mejor para 2013. Sus Majestades Reales llegarán esta tarde para llenarnos con la alegría de nuestra infancia. Esa que, año tras año, me recuerda lo importante que es confiar y creer.

Muy distintos los de Oriente a ese otro que soportamos por decisión franquista y que la todavía dirección de ETB -reducto de quienes no ganaron las elecciones- se empeñó en meterlo con calzador en nuestras casas emitiendo un discurso que no quería ver nadie.

Una vez más, usaron el tema contra los y las nacionalistas vascas. Como si no ser monárquicos fuera lo mismo que no ser demócratas. Pero ese empeño de ir contra la mayoría dejó aún más al descubierto que prácticamente la totalidad de la población vasca no tiene ningún interés en seguir las vacías elucubraciones de ese señor. Casi nadie lo vio ni por ETB ni por otras televisiones.

Los datos oficiales de seguimiento de la intervención televisiva del cazador de elefantes y osos borrachos colocan a Catalunya, CAV y Nafarroa al frente de los menos monárquicos. Y demuestran que la gente está harta de un señor que actúa con gran desfachatez al pedir al resto que actúe con rigor y valores morales mientras no pone orden ni su propia casa donde, al parecer, se pueden encontrar casos notorios de corrupción.

La monarquía responde a una institución no igualitaria que disfruta del apoyo de otras que la necesitan para mantener un modelo de sociedad que está basado en la desigualdad y la discriminación. Y en el que además depende de quién seas te son aplicadas unas exigencias morales, políticas y económicas distintas.

La monarquía responde a parámetros no democráticos. La designación del heredero o una gran fortuna adquirida en pocos años y que no tiene que justificar, son ejemplo de ello. Todo le es permitido al rey de los españoles en su Constitución de 1978: el artículo 56 y siguientes le hacen inmune, no sujeto a responsabilidad como el resto de la ciudadanía.

A estas alturas queda claro que para mí Majestades son solamente los tres de Oriente. A ellos les pediré esta noche confianza y compromiso en nuestro país para salir adelante, entendimiento para la búsqueda activa de la paz de verdad y la acción seria y responsable del Gobierno vasco para superar una crisis que vulnera el necesario y merecido derecho a vivir bien como personas.

Hoy a la tarde llamaré a mi rey Melchor cuando se pasee por las calles de mi pueblo. Y, como cuando era niña, pondré mis zapatos limpios, turrón y una copita de whisky para los tres. Sin olvidar el agua para los camellos -si Benedicto XVI no me los ha cambiado por otro animal-.