ESTE próximo martes los integrantes de nuestra universidad pública, la UPV/EHU, estamos llamados a elegir rector para cuatro fundamentales años, claves en el desarrollo futuro no ya solo para la propia institución universitaria sino para nuestro país y nuestra sociedad vasca. Nuestra UPV/EHU es, probablemente, la institución pública más importante y capaz de vertebrar nuestra sociedad, de civilizar el futuro colectivo a través de la formación de nuestros jóvenes. La elección de rector ha quedado convertida en una suerte de plebiscito en torno al actual rector y único candidato, Iñaki Goirizelaia, y su equipo, tras la renuncia o la calculada estrategia de lo negativo protagonizada por ciertos minoritarios sectores de la propia universidad que prefieren convertir lo que debería ser o haber sido un sano debate sobre el futuro de nuestra universidad y nuestro modelo de educación superior en una mera muestra de energía negativa y de reproche en lugar de un marco para la reflexión sobre nuestro futuro.

La cultura de la queja, el populismo disfrazado de reivindicación hueca o la exteriorización de la indignación sin fundamento aportan morbo pero no construyen nada. Son legítimas expresiones, sin duda, pero reivindican lo negativo, porque siempre es más fácil protestar que trabajar, negar que construir, quejarse que aportar y sumar soluciones. Y, para esta estrategia de choque, perfectamente orquestada, el contexto preelectoral universitario surgido tras el debate en torno al pago o no de la paga extra encuentra un punto de efervescencia adicional. El debate jurídico latente y todavía irresuelto en torno a si hay o no margen de maniobra de gestión de nóminas por parte de las respectivas administraciones públicas vascas afectadas por la unilateral medida del Gobierno central suprimiendo la paga se acentúa todavía más, si cabe, en el caso de la administración universitaria, por su singularidad: por un lado, por la concurrencia simultánea de diferentes tipos de vinculación contractual (administrativos y laborales) y, adicionalmente, por el hecho de que coexisten dentro del colectivo del personal de la UPV/EHU parte del mismo adscrito al cuerpo estatal y parte al autonómico. Es un tema complejísimo. Y el rector ha manifestado públicamente y en el claustro universitario su rechazo a tal medida de recorte, por la merma de poder adquisitivo que supone para un colectivo que ya ha sufrido sucesivos recortes y por sus consecuencias negativas sobre del consumo.

Identificar a Iñaki Goirizelaia con el gestor de los recortes, con el rector cicatero que niega y recorta sus derechos a los que trabajamos en la UPV/EHU es un ejercicio de populismo y de irresponsabilidad impropio de quien se dice universitario, y parece querer desear que el interés público que preside toda nuestra razón de ser como integrantes de la universidad pública no prospere y naufrague en el lodo de la contienda política y en el fango de la hipocresía de quien no propone candidato alternativo, sabedor de sus escasas posibilidades electorales y que a cambio se dedica a desgastar en lugar de a sumar.

Un rector no hace política. Gestiona y es el gestor, en este caso, de la principal institución universitaria de nuestro país. Iñaki Goirizelaia está siguiendo estas prudentes pautas, transmite ilusión, ganas de trabajar, experiencia, voluntad de mejora continua, impulsa la autoestima colectiva de quienes integramos esta comunidad universitaria pública, la cooperación con el resto de universidades de nuestro sistema vasco, la internacionalización, la mayor proyección social de la universidad, la importancia de la responsabilidad, del gusto por el trabajo bien hecho? y, por todo ello, merece nuestra confianza, nuestro apoyo, nuestro voto. Y eso significa también discrepar, debatir para mejorar, proponer, sugerir, cuestionar modelos para avanzar, no es un mero asentimiento acrítico. No es el único candidato. Es el mejor candidato, y con un equipo potente y conocedor de este gran buque insignia de nuestro país que es la UPV/EHU.