tenemos un verdadero sistema financiero vasco, o solo podemos hablar de Entidades Financieras Vascas? ¿Tenemos margen de maniobra competencial? ¿Qué futuro espera a nuestras entidades? Éstas y otras cuestiones se suscitaron esta pasada semana en un foro auspiciado desde la Fundación Sabino Arana, con el fin de analizar el devenir de unas entidades claves para el sostenimiento de nuestro tejido social y productivo.
Desde julio de 2007 el mundo se halla inmerso en la más importante crisis global sufrida desde la Gran Depresión de 1929. La crisis de las hipotecas de baja calidad norteamericanas, desatada durante el verano de 2007, fue punta de iceberg y detonante de una crisis sistémica, sin precedentes por su magnitud y ramificaciones.
No es pacífico el debate sobre las raíces profundas de esta crisis, pero sí hay un amplio consenso que sitúa su origen en el sistema financiero: una combinación de liquidez excesiva y de tipos de interés bajos, inflamada por innovaciones financieras toleradas por autoridades monetarias y supervisoras, dio lugar a una muy importante expansión crediticia basada en riesgos de calidad progresivamente decreciente y a burbujas especulativas de determinados activos, muy especialmente viviendas.
Este proceso se produjo en un entorno de ciclo económico de crecimiento excepcionalmente largo y boyante, que indujo a creer que los ciclos ya no existían y que se había dado paso al crecimiento continuo, y en el que los mercados secundarios de valores se habían acostumbrado a una dinámica de romper cotas al alza sin límite aparente. Vivimos acontecimientos sin precedentes que han de concluir en la obligada reconfiguración del sistema financiero internacional.
En los últimos cinco años el crecimiento económico mundial ha estado lastrado por la evolución recesiva de las economías de los países desarrollados. A su vez, el sistema financiero internacional, y en particular el europeo atraviesa uno de los períodos más convulsos y complicados de su historia, especialmente por la fragilidad del sistema crediticio, por la debilidad presupuestaria de algunos Estados, y por las tensiones en los mercados de divisas.
El sistema crediticio, absolutamente básico para el funcionamiento del modelo económico vigente, se ha situado en el epicentro de la génesis y de las consecuencias de esta crisis financiera. La crisis ha hecho que se sometan a consideración algunos aspectos de su estructura y funcionamiento cuya resolución será determinante de su necesaria solvencia y estabilidad. En estos contexto cabe preguntarse por el futuro y la pervivencia de nuestro sistema financiero vasco.
La evolución del modelo de las cajas de ahorros debe hacerse desde el respeto a la importante función que han venido desarrollando en el sector financiero vasco, favoreciendo la inclusión financiera, potenciando si cabe aún más una obra social clave para la integración social y económica, y facilitando el acceso al crédito de familias y empresa. No es menos cierto, que con ese mismo modelo normativo y de gestión ha habido cajas bien gestionadas y cajas muy mal gestionadas.
Tras la creación de Kutxabank, todos los datos apoyan su solvencia y la acertada decisión estratégica de la fusión. La clave radica, a futuro, en ser cautos, prudentes en políticas de expansión, garantizar calidad de servicio, aportar valor a familias y empresas, estudiar la diversificación en mercados externos y nuevos servicios, sin desvirtuar ni desnaturalizar su función, su misión al servicio del País.
¿Podemos garantizar a futuro que el espíritu fundacional de Kutxabank, heredero del de las cajas, no se vea desvirtuado? El planteamiento competencial sería el siguiente: hemos trabajado con profesionalidad y diligencia responsable en la gestión de nuestras cajas. Estamos soportando ahora las consecuencias del nefasto e irresponsable actuar de otros gestores de entidades bancarias, y todo ello ha encorsetado nuestro ámbito de trabajo y de crecimiento.
Pese a todo logramos una fusión ejemplar, y que buscaba o pretendía el equilibrio entre las exigencias legales y la necesidad de no desnaturalizar la esencia de la obra social de cada una de nuestras cajas, un ejemplo de mecenazgo cultural y socioasistencial clave en la vertebración de nuestros territorios. La amenaza del rescate vuelve a distorsionar nuestras previsiones, y hemos de utilizar todas nuestras herramientas de autogobierno, políticas y jurídicas, para hacer frente al riesgo de desnaturalización de todo ese entramado de obra social.
El memorándum derivado del rescate exigirá que las cajas se desvinculen totalmente del banco resultante de la fusión, y las actuales cajas (BBK, Kutxa y Caja Vital) pasen a ser meras fundaciones especiales, cuyo patrimonio y cuyos fondos ya no colgarán o dependerán del negocio bancario, sino que deberán buscar sus fuentes de apoyo.
En nuestro caso, disponemos de una ley vasca propia de fundaciones y un protectorado de fundaciones, y no debemos aceptar de forma mimética esta derivada del rescate, debemos proteger la subsistencia de las respectivas obras sociales, utilizando nuestras herramientas jurídicas y políticas propias, y garantizando que el negocio bancario siga ligado a la dimensión social de nuestros territorios.