uno de los debates recurrentes durante la pasada campaña electoral se ha centrado en el estatus de relación futura entre Euskadi y España, y en la forma de acomodar o de adecuar el sentimiento identitario nacionalista o abertzale, claramente mayoritario en Euskadi tal y como han vuelto a mostrar los resultados electorales del pasado domingo, con la forma de organización y distribución territorial del poder político dentro de Europa.
Junto a la capacidad para generar respuestas útiles que permitan minimizar los efectos de esta durísima crisis, el gran reto del nuevo Gobierno vasco radicará en lograr encauzar política, social y jurídicamente esta reivindicación de mayor profundización en el autogobierno, que para unos supone reclamar directa y abiertamente la independencia, para otros se ha de traducir en desarrollar el autogobierno hacia mayores cotas de soberanía fiscal y competencial y para otros sectores con representación en el nuevo Parlamento Vasco representa una "veleidad" nacionalista sin recorrido ni futuro.
Cabría resumir las posiciones políticas vertidas durante la campaña sobre el modelo de Estado en torno a cinco escenarios: a) involución del modelo autonómico (UPyD); b) inercia o puro pseudomovimiento para que nada cambie (PP); c) Federalismo (una especie de revisión actualizada del café para todos fórmula reactualizada desde el PSOE; d) independentismo, directamente (EH Bildu); e) mayores cotas de soberanía desde mayor autogobierno, a través de un acuerdo amplio e integrador en torno a un nuevo estatus con refrendo de la ciudadanía para construir país (PNV).
¿Cómo encauzar este debate? Todos los países europeos y las realidades nacionales subyacentes en muchos de éstos afrontan hoy el problema de cómo definir sus propias identidades y cómo establecer los criterios sobre qué personas deben pertenecer a la nación. Una reflexión de la catedrática de Filosofía del Derecho en la Facultad de Zaragoza María Elósegui, recientemente publicada, y centrada en el derecho a la identidad cultural, aporta claves de interés para encauzarlo de forma racional.
Desde muchos sectores académicos e intelectuales europeos se critica la idea de ciudadanía unida a la de nacionalidad, por ser considerada una herencia ya superada del modelo liberal y decimonónico de Estado, hoy día obsoleto e inviable. El filósofo alemán Jürgen Habermas pertenece a esa corriente de pensadores que propugna desconectar la noción de ciudadanía de la nacionalidad, y contrapone a tal binomio el de "ciudadanía e identidad nacional".
Hay que construir un concepto de ciudadanía cívica en Euskadi que desborde la dimensión estatal, por un lado, y que no esté, por otro, basada en criterios étnicos (el anti ejemplo de todo ello es la creación de un Estado kosovar fallido, anclado en la división entre comunidades). Debemos basar nuestro concepto de ciudadanía vasca en una cultura política común que respete las culturas propias desde un republicanismo intercultural, una interculturalidad o diversidad cultural anclada en el diálogo, que permita combinar la unidad en la diversidad, y que evite la asimilación sin homogeneización forzada.
Debemos construir un modelo de ciudadanía y de relación con otras realidades nacionales y culturales que sea congruente y respetuoso con los derechos humanos, que nos permita transigir, convivir y dialogar con las minorías culturales internas, con las diversas concepciones, en nuestro caso, del ser y del sentir vasco. La uniformidad cultural, la armonización y la homogeneización forzada debilitan toda construcción nacional. En un contexto europeo y mundial de soberanías fragmentadas y compartidas es necesario proponer un nuevo modelo político de relación que potencie y posibilite identidades duales, que no niegue el reconocimiento de un sentimiento de pertenencia complejo, que acepte la libertad y la diversidad nacional. Hoy día, pese a la caverna mediática que pretende hacernos creer otro discurso, el nacionalismo españolista se muestra mucho más excluyente y sectario que nuestras identidades periféricas, como la vasca o la catalana. Huyamos de ese modelo y construyamos el nuestro, ni frente a nadie ni contra nadie. Inclusivo, abierto, democrático.