Esta misma semana hemos conocido que el Gobierno vasco, a través de Lanbide, ha eliminado de su presupuesto las ayudas destinadas a los autónomos promotores de nuevas empresas. Esta decisión supone el bloqueo del motor de la iniciativa empresarial y del emprendizaje, factores claves para reactivar nuestra economía y aportar riqueza social. ¿Es ese el impulso a la economía vasca que defiende Patxi López y su equipo? Es un desatino político y de gestión, que revela la falta de criterio y de obligada jerarquización o priorización de las decisiones políticas en un contexto económico de escasez de recursos públicos y privados.

Tal y como comentaba recientemente un joven emprendedor guipuzcoano, hoy más que nunca es necesario recuperar e impulsar el espíritu emprendedor de los navegantes vascos. Ahora mismo, al empresario que lo hace bien y progresa económicamente se le mira con recelo, muy lejos de la admiración con la que en otros países se valora y aprecia a quien gracias a su trabajo y sacrificio ha logrado éxito profesional y ha generado riqueza social. Al contrario, hay fuerzas políticas que maniqueamente demonizan al empresario como explotador y perpetuador de un sistema capitalista que hay que abolir. ¿Alguien cree que el empresariado vasco responde a este trasnochado y obsoleto estereotipo? ¿Qué nuevo sistema cabe implantar en Euskadi: el de Cuba, con su disciplina de la pobreza, el de la corrupción y el populismo venezolano de Hugo Chávez, el de la socialización de la pobreza coreana? ¿Qué modelo de sociedad y qué modelo industrial queremos para Euskadi? ¿Con recortes como los que está materializando el PP podremos algún día reflotar nuestras empresas y generar empleo? ¿Cómo se justifica el endeudamiento público sin modelo ni referente que ha seguido el Gobierno López y que ha impedido consolidar una verdadera política industrial? ¿Por qué no ha llegado el crédito y el apoyo a las empresas? Todo esto está también en juego en las elecciones del 21-0.

Los centros de decisión de nuestras empresas, el corazón de las mismas y su sede tributaria deben mantenerse en Euskadi. Existe un grave riesgo de descapitalizar el país debido a los movimientos accionariales de compra o de absorción y en el centro de las preocupaciones del nuevo gobierno debe estar el de intentar mantener en Euskadi los centros troncales de nuestras empresas, compatible con la obligada globalización e internacionalización.

Todo el tejido industrial debe fomentar en Euskadi modelos de participación en la empresa, de forma que todos los componentes de la misma estén comprometidos con ella y su carácter motivador garantice el futuro de la misma. Renovar el prestigio social de las empresas permitirá recuperar el sentimiento de pertenencia, un valor perdido y cuya ausencia desmotiva con frecuencia a quienes han de ser pieza clave del entramado empresarial: los trabajadores. Hay que lograr revalorizar y despertar de su largo letargo social los valores del esfuerzo, la tenacidad y la solidaridad.

En este contexto, hay todo un especial y específico colectivo de profesionales y de potenciales o incluso ya reales empresarios, generacionalmente ubicados en la edad de los 25/40 años, y que deben recibir especial atención, apoyo y protección por parte del futuro Gobierno: los emprendedores con nuevas ideas que pueden dinamizar nuestro panorama industrial. Y no se trata solo de apoyar proyectos de base tecnológica. Las ideas y los novedosos proyectos tecnológicos son importantes, pero el apoyo preferente o exclusivo a estos no genera una base industrial suficiente para lograr el objetivo de dinamización de nuevos sectores productivos y de negocio. Hay que potenciar y respaldar también las ideas y proyectos de base no tecnológica. La innovación no tecnológica se encuentra a día de hoy al margen de cualquier ayuda pública. Hay que abrir a futuro una línea de financiación pública que por concurrencia competitiva sepa seleccionar aquellos proyectos que por su carácter innovador y por la capacidad del equipo que lo respalda tenga posibilidades de éxito.

Para ello hay que instaurar un sistema que logre desde la universidad canalizar y encauzar el emprendizaje más joven. Hay que evitar la sensación de soledad y valorar el fracaso como aprendizaje. Y hay que disminuir el coste inicial aparejado a la creación de una empresa, mediante medidas como ventajas fiscales en los primeros años, facilidades para la contratación de personas (Seguridad Social), mayor colaboración entre empresa y universidad para localizar posibles candidatos, y lograr acercar, en definitiva, sociedad, universidad y empresa.

Y otro gran reto para el nuevo Gobierno vasco pasa por consolidar y apoyar los procesos de internacionalización de nuestras empresas. Es preciso avanzar hacia un modelo que permita un apoyo directo a empresas e ideas que tengan resultados específicos y cierre de operaciones comerciales. Los actuales programas apoyan en mayor medida la asistencia a ferias y misiones y, sin negar su importancia, deben priorizarse otros que se centren más en planes de internacionalización por sectores, valorando la colaboración y sinergia entre empresas. Y para llevar adelante todos estos retos, claves para consolidar el futuro de nuestras empresas y de nuestra sociedad, hay que apostar por un gobierno fuerte, sólido, con proyectos concretos y no mera retórica electoralista. Toca trabajar, no basta con vender ideas.