Ladran, luego cabalgamos
mE gustan las campañas electorales. Me resultan atractivas por el despliegue de ideas y proyectos que nos exponen los partidos al resto de la ciudadanía. Pero también debemos prepararnos contra las desinformaciones, evitando caer en lo que algunos llaman información, aunque no sea más que mentira, difamación y tergiversación de la realidad en un todo vale sin escrúpulos.
Leemos estos días, por ejemplo, en algunos medios obsesionados contra el nacionalismo vasco, que acusan a Iñigo Urkullu de callar ahora y aplicar después los mismos recortes que Rajoy o dan protagonismo a declaraciones de gran carga violenta que equiparan la defensa del uso del euskera con el genocidio nazi contra el pueblo judío. ¡Menos mal que se les ha acabado el argumento de la violencia que servía para negar legitimidad democrática o incluso la solvencia moral de quienes diferimos políticamente! Permítanme ahora, lectoras y lectores, una pequeña digresión sobre la tendenciosidad de ciertas informaciones aparecidas en un periódico que lleva la palabra español, que me afectan en primera persona y que curiosamente coinciden con el momento en el que he mostrado mi apoyo al candidato del PNV. En dicho medio se me atribuía una posición contraria a mantener la coalición electoral con el PNV, tras dos legislaturas de fructuosa colaboración. Justo la opuesta a la que defendí en EA en aquel debate de hace más de seis años.
No es el momento de desgranar todos los razonamientos que me llevaron entonces a defender aquella alianza por beneficiosa para nuestro país, aunque sí quiero recordar brevemente las duras circunstancias en las que dio. El PSOE y el PP, alertados por las posibilidades de paz y de confluencia nacional que vivimos tras Lizarra-Garazi en 1998, endurecieron considerablemente sus posiciones con el objetivo de desalojar del Gobierno al nacionalismo vasco, llegando incluso a privar de sus derechos civiles a parte del electorado en 2002.
Esto, unido a la terrible actividad terrorista y su utilización por esas fuerzas, generó un grave enfrentamiento en la sociedad vasca y la criminalización, durísima e injusta, del nacionalismo que EA y el PNV representaban. Valga recordar la anécdota de aquellas voces que pidieron que nos detuviera la Guardia Civil en el Congreso de Madrid aquel día de febrero de 2005, en el que el lehendakari Ibarretxe defendió valientemente un nuevo Estatuto. Con esto no pretendo en absoluto resucitar aquel debate; menos aún dada la actual posición del entonces mi partido, que ha tomado otra dirección bien distinta. Simplemente he tratado de evidenciar lo que fue y por qué aquella apuesta de país en la que todavía creo. Hoy continúo manteniendo la necesidad de un gobierno capaz y comprometido con el presente y futuro de Euskadi.