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Cataluña y Euskadi

Cataluña y Euskadi

esta semana se han caído por los suelos aquellos argumentos inciertos que tradicionalmente acusaban al partido de Artur Mas en Cataluña y al PNV de Iñigo Urkullu en Euskadi de esconderse históricamente tras el omnipresente Estado español y las coyunturas para no defender la independencia de nuestros dos países.

El 11 de septiembre vimos en Barcelona una clara demostración de los deseos de millares y millares de personas que de forma clara y explícita se pronunciaron por la independencia como la única vía para asegurar el desarrollo y el bienestar de la ciudadanía. La grave crisis económica que padecemos ha tenido la virtualidad de aflorar el malestar persistente en la sociedad catalana, cansada de generar riqueza y no usufructuarla en los niveles que en justicia le corresponde.

Frente a esa gran manifestación de apuesta de futuro, la respuesta desde el lado español ha sido la quema mediática de los y las catalanas, a los que se ha acusado de insolidaridad cuando no hacen más que querer disfrutar de lo que es suyo.

Y como todo tiene su lado bueno, lo que han conseguido con tanta crítica desmedida es algo sumamente alentador pues animan a que nuestras dos naciones coincidan en el rechazo a un Estado en el que desde el Gobierno español, tanto el PP como el PSOE, se han asegurado un montón de chiringuitos para la corrupción, el desgobierno y el derroche con su café para todos llevándonos a un empobrecimiento general.

De facto estamos ya en campaña electoral y la independencia se ha convertido en el argumento estrella de la semana. No nos sorprende que tanto PSOE como PP, firmes defensores de la uniformidad española y enemigos de la pluralidad nacional que no soportan, argumenten en contra y amenacen con la legalidad constitucional en la que el artículo 8 consagra al ejército como garante de la integridad territorial (dicho de otra manera: como os mováis, los tanques).

Patxi López, responsable de que la deuda en Euskadi se haya multiplicado por siete durante su mandato, nos niega la independencia aduciendo que no sirve para nada, pero, dado que no renuncia a la de su país, pienso yo que no será tan malo si la exigimos y disfrutamos en Euskadi.

Así las cosas, la responsabilidad de los partidos vascos es más importante que nunca.

Iñigo Urkullu, en su medida y estructurada presentación del programa electoral, dejó clara la apuesta del PNV por las relaciones de igual a igual con Madrid. Bildu también se proclama independentista. Sabemos el qué, ahora toca el cómo hacerlo realidad, para lo que se hace imprescindible administrar con inteligencia los deseos de la mayoría, con una estrategia alejada de prisas y pronunciamientos demagógicos, a la vez que con la colaboración entre fuerzas políticas.

Son buenos tiempos, pues, para Euskadi y Cataluña ya que en el inmediato escenario político que se nos presenta podemos dar pasos seguros hacia la independencia, única realidad política que asegura los derechos de los pueblos.