Virtualidad versus realidad
tomen nota para no dejarse engañar por la tensión informativa y especulativa que se desplegará esta semana de cara a la cita que el próximo 2 de agosto tiene el Consejo de Gobernación del BCE, donde se esperan medidas que confirmen las declaraciones que hizo el pasado jueves su presidente, Mario Draghi: "En el marco de nuestro mandato, el BCE hará todo lo necesario para preservar la euro y, créanme que será suficiente". Cierto es que, por unos días, se ha frenado el paroxismo de los inversores y se evita un temido agosto negro en los mercados financieros. Pero la economía real afirma y confirma que ese negro panorama se agrava en la sociedad con un sensible aumento en la destrucción de empleo según los datos de la EPA.
Es, por decirlo con otras palabras, la distancia o diferencia que separa la virtualidad del efecto placebo, proyectado por unas palabras puestas en escena como una intervención diseñada para simular una terapia curativa, y el realismo del efecto nocebo, confirmado en la actualidad por el empeoramiento de los síntomas de la crisis como consecuencia de los efectos negativos en una terapia equivocada por las medidas presupuestarias y recortes sociales que se han puesto en marcha para reducir el déficit fiscal. Los mercados han encontrado un alivio virtual en las palabras de Draghi, mientras que miles de familias se han incorporado al drama real del paro.
Resta por saber cuánto tiempo durará la seducción psicológica del efecto placebo. El jueves podemos empezar a salir de dudas, pero ya hemos visto como situaciones similares apenas duraban unas horas. Sin ir más lejos, hay que recordar la reacción de los mercados tras la cumbre europea del pasado mes de junio. De momento, una cosa está bien clara: los insaciables inversores extranjeros tratan de asegurar la recuperación de sus préstamos a un país cuyos dirigentes no les merecen la más mínima confianza pese a sus medidas de austeridad presupuestaria, mientras que el BCE tiene varias alternativas: Dotar de una ficha bancaria al fondo de rescate permanente (ESM); comprar bonos en el mercado secundario; rebajar el tipo de descuento desde el 0% actual o bajar el precio del dinero desde el actual 0,75 por ciento.
De todo ello se hablará esta semana. Posiblemente vuelva la volatilidad y los sustos a los mercados, así como los grandes titulares en la prensa, en tanto se deja de lado el escenario real de la economía que deja cifras escalofriantes y habla de personas de carne, huesos, ojos, corazón y sentimientos que empiezan a vivir el drama del paro. Por ejemplo, los 7.700 individuos que han perdido su empleo en el segundo trimestre en Euskadi, con un descenso porcentual sólo superado por Melilla, La Rioja y Ceuta, cuando la destrucción de empleo en el Estado español ha sido de 15.900 puestos de trabajo. Las mismas cifras que señalan que la pérdida de empleo en este 2012 afecta a 43.500 ciudadanos vascos, más del 11 por ciento del total español donde se han perdido 390.200 empleos.
Junto a esta realidad social, que no siempre se expone con la sinceridad que merece, hay otras verdades que conviene tener en cuenta a la hora de valorar la seducción del placebo y el realismo dramático del nocebo. Verdades entre las que se pueden destacar tres de ellas que paso a señalar de forma breve:
La deuda pública española no es tan grave como se pretende hacer ver. Desde el punto de vista cuantitativo, apenas supera el 72 por ciento del PIB. Sería perfectamente asumible si no fuera porque el capital extranjero no quiere acudir a las nuevas emisiones de bonos que deben refinanciar esa deuda. Ese es su principal problema, junto a la magnitud de la deuda privada que triplica a la pública e impide que los bancos tengan sus dineros al servicio del mercado crediticio.
La prima de riesgo no sólo mide la cuantía de la deuda pública, sino también las posibilidades de amortizarla y la credibilidad del gobierno que las solicita o las garantiza. En este sentido, la trayectoria errática de Zapatero y las contradicciones de Rajoy colocan bajo cero la confianza de los mercados en el Gobierno español.
El déficit fiscal y las necesidades de ajuste presupuestario no están motivados por un exceso en el gasto público y social, que en España está por debajo del registrado en países europeos desarrollados. El problema real se suscita por el fuerte descenso de los ingresos fiscales como consecuencia del aumento exponencial del paro (IRPF) y de la pérdida de poder adquisitivo que frena el consumo (IVA).
La reforma laboral y los recortes sociales están demostrando su ineficacia como solución para la crisis, tal y como ha puesto de manifiesto la última Encuesta de Población Activa. Por tanto, se convierten en alimento para la recesión económica que seguirá reduciendo el ingreso fiscal e inalcanzable el equilibrio del déficit, tal y como el propio FMI lo ha puesto de manifiesto esta semana con unas previsiones más negativas para la economía española.
Es posible que el efecto placebo de las palabras de Draghi haya despejado algunas dudas, pero resulta evidente que los que se consideran directores de la orquesta económica europea deberían poner en valor su mejor talento (si es que lo tienen) para tomar medidas que incentiven la economía y puedan crear empleo.
Claro que para ello se hace necesario voluntad europeísta, generosidad social e inteligencia política.