Soflamas al borde del abismo
les confieso que empiezo a estar un poco cansado de leer o escuchar todas las semanas la misma cantinela en relación al excesivo gasto en el pasado que justificaría las duras medidas de austeridad presupuestaria en el presente. Los mercados sostienen que es la única fórmula para poner fin a los problemas del euro generados por la deuda (pública y privada) de la que son los principales acreedores e insisten en que la redención de los excesos cometidos en el gasto solo es posible mediante el sufrimiento de los países endeudados, donde los ciudadanos dejaremos de ser sujetos de derechos civiles para convertirnos en deudores.
Sin embargo, transcurridos más de dos años desde que los dirigentes europeos (inducidos por la alianza Merkel-Sarkozy) pusieran en marcha duras medidas para reducir el déficit público, podemos comprobar no solo la ineficacia de los recortes sociales, sino un sensible agravamiento de los problemas, como bien se pudo comprobar el viernes con subida espectacular en la prima de riesgo española y el mayor desplome en el Ibex-35 desde mayo de 2010. Dejando a un lado los paños calientes, los expertos hablan ya sin disimulo de un más que posible rescate integral de la economía española en un plazo no superior a los tres meses.
En consecuencia, surge la pregunta: ¿qué finalidad o qué sentido tienen los sacrificios y los recortes que nos imponen? Parece evidente que no nos van a sacar del agujero sin fondo, máxime después de escuchar las explosivas e irresponsables declaraciones del ministro Montoro cuando dijo en sede parlamentaria que "no hay dinero en las arcas públicas para pagar servicios públicos (...) Este Gobierno está actuando por necesidad". Con semejantes afirmaciones, los mercados financieros tienen motivos para desconfiar de la capacidad del Gobierno de Rajoy, máxime cuando ya se conoce que la Comunidad valenciana ha pedido formalmente el rescate para poder pagar sus cuantiosas deudas, consecuencia de auténticas locuras presupuestarias, y Murcia y Cataluña parece que lo harán en breve.
En estas circunstancias pierden fuerza las acusaciones que hace el ministro de Asuntos Exteriores, García-Margallo, contra el BCE por su inacción frente a la creciente presión de los mercados y reclama un banco "mucho más fuerte que el banco clandestino" que hay en estos momentos, porque "no está haciendo nada para parar el incendio de la deuda pública". Siendo cierto ese incendio (la prima de riesgo está por encima de los 600 puntos básicos) no menos cierto es que son los acreedores quienes prenden fuego.
Mientras tanto, el presidente BCE, Mario Draghi, rechaza las acusaciones y asegura que "el BCE no está para resolver los problemas financieros de los Estados, sino para asegurar la estabilidad de los precios y contribuir a la estabilidad del sistema financiero con total independencia". Pero lo más interesante de la entrevista con Draghi, publicada en Le Monde, es cuando sugiere que el Gobierno español negocie una quita de su deuda con los acreedores, "hay que proteger a los ahorradores, pero los acreedores deben estar asociados a la resolución de la crisis para limitar el compromiso de los contribuyentes. Ellos ya han pagado mucho".
Claro que el Gobierno español no contempla negociar una quita con los acreedores ya que sería tanto como morder la mano que te da de comer por cuanto que son los bancos españoles los únicos que acuden a las subastas del Tesoro. Carece, por otra parte, del coraje necesario para acometer medidas como las del presidente francés, Françoise Hollande, que suprime coches oficiales para invertir en centros urbanos en suburbios ruinosos. Aumenta la tributación de las grandes fortunas para contratar a licenciados en paro y dedicarlos a la educación pública. Suprime los subsidios estatales a la iglesia y los dedica a construir 4.500 jardines de la infancia y 3.700 escuelas primarias.
También ofrece a los bancos la posibilidad de que ofrezcan préstamos blandos a empresas francesas que produzcan bienes y recibe beneficios fiscales (sin impuestos), mientras que los que sigan ofreciendo los instrumentos financieros de siempre pagarán una tarifa adicional. Estas medidas del nuevo presidente francés ponen en evidencia los argumentos de Mariano Rajoy para justificar los recortes como la única salida.
Las recomendaciones de Draghi y las medidas de Hollande debieran abrir un nuevo espacio para la reflexión y la búsqueda de soluciones a la crisis. No falta quien, como Peter Doyle, economista miembro del Fondo Monetario Internacional, ha presentado su dimisión por el "fracaso de primera categoría" de la gestión de la crisis económica global y la "incompetencia" del Fondo. Es más, Doyle, que ha trabajado durante 20 años en el FMI, dice estar "avergonzado" por su vinculación a la entidad.
No es suficiente con declarar los recortes de Rajoy como injustos porque se cargan el modelo social, tal y como hace el lehendakari del Gobierno vasco, Patxi López, que ha dilapidado las saneadas cuentas públicas heredadas y las sigue erosionando con el creciente endeudamiento. Estamos al borde del abismo pero él se muestra más preocupado por su futuro electoral que por el devenir de la sociedad vasca y se niega a escuchar las ideas de otros políticos por la única razón de que serán sus rivales en las urnas. Se necesitan ideas y no soflamas electoralistas.