Los vientos que llegan desde Bruselas traen los ecos de la última cumbre europea que desataron la euforia bursátil el pasado viernes, lo cual no debe sorprendernos. Es lo habitual en estos últimos años, ver cómo un acuerdo de última hora provoca movimientos telúricos en la Bolsa, acompañados por esa incurable tendencia que tienen los líderes de la UE a mostrarse ante "su" opinión pública como los únicos vencedores de unos acuerdos que de momento carecen de la letra pequeña y que, en el mejor de los casos, tardarán más de medio año en materializarse. No es bueno, por tanto, dejarnos llevar por los cantos de sirena que hablan sobre la futura arquitectura del euro; la unión bancaria, la integración fiscal, el veto a los presupuestos o la posibilidad de los eurobonos. Todo suena muy bien, pero la realidad es bien distinta a la imagen que quieren transmitir.
Así, la final de la Eurocopa muestra cuáles son las prioridades de esos líderes europeos que hace unas semanas apoyaban boicotear los partidos que se jugasen en Ucrania en respuesta al trato que recibe Yulia Timoshenko y ayer estuvieron presentes en Kiev. Claro que, tanto Monti como Rajoy (protagonistas de la última cumbre) no iban a perder la oportunidad de hacerse un hueco en el tentador capital mediático que representa la victoria de su selección. Es un mensaje implícito, no por involuntario menos evidente: la gloria del fútbol no puede esperar, aunque se retrasen las medidas para frenar una crisis convertida en una de las mayores catástrofes económicas de la historia.
Y si no, que se lo pregunten a los más de 80.000 ciudadanos vascos o los casi tres millones de españoles que han perdido su empleo en el periodo olímpico que discurre entre la Eurocopa de 2008 y la que concluyó ayer, mientras que los líderes europeos celebraban nada menos que 24 cumbres europeas, calificadas muchas de ellas como "decisivas" para la economía, para la construcción europea o para el euro.
Son cumbres en las que cambian el decorado o los asistentes, pero no así el guión que mantiene la trama de reuniones hasta la madrugada con pactos de última hora a varias bandas para tratar de calmar los mercados, pero no así para regularlos. Acuerdos de ida y vuelta en tan solo unas horas porque, en cuanto ven una cámara o un micrófono, esos dirigentes europeos, o los que les precedieron, se apresuran a matizarlos con afirmaciones que pretenden ganar cuota de mercado electoral interno, aunque sean contradictorias con las que realizan sus socios europeos.
Sin olvidar las reuniones del G-20, como la celebrada en Washington el 15 de noviembre de 2008, donde se acordó "usar medidas fiscales para estimular de forma rápida la demanda interna, al tiempo que se mantiene un marco propicio para la sostenibilidad fiscal" y los países participantes, entre ellos España, se comprometieron a "evaluar de forma transparente los sistemas regulatorios nacionales". Sin embargo, los bancos y el mercado financiero han mantenido su política especulativa. Han cerrado el grifo crediticio a las empresas que podían generar empleo y han ejecutado sin miramiento alguno cientos de miles de hipotecas impagadas, al tiempo que dirigentes bancarios se blindaban con jugosas jubilaciones y dejaban caer en el abismo de la quiebra a las entidades que dirigían.
Es una coincidencia, lo sé, pero no deja de ser curioso que el mismo día en que el Gobierno español aplica el medicamentazo, o sube la luz y el gas, su máximo responsable, Mariano Rajoy, desoye el boicot de la UE sobre Ucrania y acude a la final de la Eurocopa, mientras sigue sin dar explicaciones claras y concluyentes en el Congreso de los Diputados y se limita a breves ruedas de prensa donde no acepta que le hagan dos preguntas seguidas. No sé si serán justas y necesarias las subidas de precios o los recortes, pero no es moral ni ético su comportamiento.
Se conforma con leer en la prensa que "Monti y Rajoy han doblegado a Merkel". Niega condiciones macroeconómicas, cuando todo el mundo sabe que en la UE nada sale gratis y se aplica el "quid pro quo" en el sentido que esta expresión latina tiene para la cultura anglosajona: "tú ajustas y yo te ayudo". Así que ahora, concluida la última cumbre, sabemos que dentro de unos meses la UE podrá vetar los presupuestos de sus socios, comenzará a funcionar la Unión Bancaria y habrá una supervisión del sistema bancario que hace perder soberanía en la medida que deja en papel mojado al propio Banco de España y, posiblemente, obligue a cerrar algún banco español cuya ineficacia ha quedado bien demostrada.
Pero, en vez de escuchar a Rajoy que "mi obligación es estar en la final de la Eurocopa" hubiera sido más esperanzador escuchar que esa futura supervisión europea también tiene entre sus objetivos el regularizar al sistema financiero europeo, poniendo freno a su insaciable voracidad, al tiempo que obligará a los bancos a satisfacer las necesidades crediticias de muchas empresas y ciudadanos, para iniciar así la senda del crecimiento.
Sí, lo reconozco, quizás sea un iluso o, como dice un dirigente socialista "un acomplejado".