Serbia: el nacionalismo al poder
LA sorprendente victoria de Tomislav Nicolic (54 años) y el Partido Radical Serbio en la segunda vuelta de las presidenciales serbias del pasado domingo ha sido ante todo un triunfo del nacionalismo serbio. Lo más positivo para Serbia y su nacionalismo es que esta conquista del poder no se ha hecho sobre las alas del rencor y la intolerancia sangrienta que marcaron el final de Yugoslavia y las repúblicas sucesorias, sino dentro de la moderación de un conciencia nacional totalmente percatada de que el mejor futuro del país está en el marco y las normas de convivencia de la Unión Europea.
La llegada de Nicolic a la presidencia contradice todas las encuestas demoscópicas de estos comicios así como la historia política anterior de la nación, en la que los enfrentamientos electorales de Nicolic con el presidente saliente -Boris Tadic, un moderado que abanderó la necesidad de que Serbia ingrese en la UE- se habían resuelto siempre a favor de este último. Nicolic es el heredero político del encarcelado Seseli, fundador del Partido Radical Serbio, un hombre que practicó el terrorismo étnico en las calles y la intolerancia extrema en el Parlamento
Aparentemente, esto cuestionaba el pasional nacionalismo serbio, exacerbado por todas las "guerras yugoslavas" en las que los serbios, la etnia dominante de Yugoslavia, eran vapuleados una y otra vez por las potencias occidentales que no toleraban el modelo dictatorial y racista que Milosevic, el último presidente de Yugoslavia, pretendía imponerle al país. En realidad, Tadic acudía a las urnas como el candidato pragmático que anteponía la elevación del nivel de vida al orgullo y los rencores nacionalistas. Era, para decirlo así, la versión yugoslava moderna del viejo adagio romano de primum vivere, deinde filosofare.
Pero los programas supranacionales de Tadic no prosperaban (en buena parte, por los muchos conflictos nacionalistas con los Estados vecinos surgidos de la antigua Yugoslavia) y el pueblo se cansó del discurso presidencial, de la larga y vana espera de la elevación del nivel de vida.
El desgaste político de Tadic se vio agravado por la flexibilidad de Nicolic, que vistió su nacionalismo serbio con el europeísmo de su rival. El nuevo presidente acudió a las urnas declarándose tan o más europeísta que los centristas y anteponiendo la entrada del país en la UE a cualquier otra meta nacional.
La consecuencia ha sido la victoria del pasado día 20. Los nacionalistas siguieron votándole a Nicolic y los moderados con orgullo patriótico también lo hicieron esta vez, ganando este por más del 2%. Por último, la gran masa de los decepcionados por la esterilidad de la vía de Tomic se quedaron en casa; a estos comicios acudió menos de la mitad del electorado (6,8 millones).
Los méritos y triunfos de Nicolic en la presidencia están por ver, pero al hombre hay que reconocerle el mérito de haber evolucionado. Ha sido capaz de hacer su aggiornamento político. Ha pasado de una ideología súper radical y de una historia familiar que inducía al rencor (muchos de sus familiares fueron víctimas de las represiones nazi durante la II Guerra Mundial) a un pragmatismo capaz emprender una política aperturista: nada más conocerse su victoria, anunció que no descartaba formar un Gobierno de coalición con el partido socialdemócrata de Tadic (aunque parece más probable que lo haga con el partido socialista). Incluso perdonó que en la lucha política se le llamara el "enterrador Nicolic", porque al principio de su carrera fuera el jefe de las pompas fúnebres de Kragujevac, su ciudad natal.