la larga, cara y grave crisis griega parece que va a resolverse al final como una partida de póquer: ganará quien aguante mejor el farol.

Porque la triste realidad de un déficit -deuda pública de 356.000 millones de euros- que duplica el PIB nacional heleno (182.000 millones de euros), los políticos griegos la han transformado en una casi psicosis de la Unión Europea (U.E.) porque esta no se atreve a abandonar a Grecia a su suerte ante el miedo a un pánico bancario similar al que sacudió el mundo en 1929.

Este miedo es hoy la única baza de los políticos griegos para no hacer los enormes sacrificios que exige una crisis de la que son mayormente responsables, pero no responsables únicos. Y es que si es cierto que la República ha vivido desde el día de su ingreso en la UE -en 1981-, muy por encima de sus posibilidades gracias a las ayudas comunitarias primero, y en los últimos años, gracias a unos empréstitos totalmente absurdos. Aquí hay que recordar que Grecia fue admitida en la UE ante todo por razones políticas (Bruselas no se quiso percatar en su día de la falsedad de los informes financieros presentados por Atenas), asumiendo el riesgo de que pasase lo que está ocurriendo ahora. Para terminar de hundir la economía griega, la banca europea se volcó a comprar deuda de ese país porque estaba segura de que la UE concedería créditos a Grecia para que este país no quebrase? ni los bancos privados europeos, tampoco.

Este proceso duró así hasta ahora, hasta que las dimensiones de la deuda no sólo resultaban contablemente inaceptables, sino que la evidente mala voluntad pagadora de los políticos atenienses hace poco menos que obligatoria la declaración de bancarrota de Grecia.

En Atenas, europeístas y antieuropeístas están convencidos de que a la hora de la verdad Bruselas cederá y prestará más dinero (hasta ahora ha dado a Atenas ya 240.000 millones de euros), suavizará las condiciones de pago y alargará los plazos fijados porque una quiebra griega desencadenaría una fuga masiva de capitales tanto de Grecia como de las demás economía endebles de la UE: Irlanda, Portugal, España, Italia y hasta Francia. Sería la reedición del escenario de 1929. Pero hoy en la UE hay división de opiniones sobre cuál es el mal mayor: abandonar Grecia con la consecuente salida del euro y afrontar la tormenta financiera consecuente o seguir echando dinero al pozo sin fondo de una Grecia que no cambia ni sus estructuras ni sus dirigentes.

En Grecia la crisis económica es angustiosa y se ve doblada por la política porque de las elecciones recientes ha salido un parlamento ingobernable, donde los antieuropeístas y los tradicionalistas repiten el farol económico que le echan a Bruselas: o nos rebajan las draconianas condiciones de pago, o suspendemos pagos y salimos del euro para poder devaluar la moneda nacional y ser competitivos de nuevo.

En casa la jugada le salió redonda al antiguo dirigente comunista Alexis Tsipras y sus seguidores trotskistas, anarcos y súperradicales de izquierdas : se erigieron en el en segundo partido más votado -desbancando a los socialistas del PASOK- porque el pueblo llano está convencido que en un Estado quebrado no vivirán peor que en un Estado que paga sus deudas en las condiciones impuestas por Bruselas. Claro que en los comicios del próximo día 17 el resultado puede ser otro porque al pueblo ya se le ha dicho que la bancarrota significará que funcionarios y proveedores no cobrarían ni cinco, los ahorradores sufrirían un quebrante del 70% (la probable devaluación del nuevo dracma frente al euro) y se les ha dicho también que la Europa rica ha previsto ya planes para superar de forma aceptable la crisis que provocaría este resquebrajamiento de la UE y el euro.