Ares, dimisión
la muerte del joven Iñigo Cabacas en Bilbao herido el pasado jueves 5 de abril nos ha conmocionado profundamente. En primer lugar, quiero dejar de manera explícita aquí mis condolencias y respeto a una familia totalmente destrozada y a la que difícilmente se podrá consolar con la necesaria depuración de responsabilidades políticas e internas en la Ertzaintza.
La desgraciada intervención policial nos retrotrajo a tiempos anteriores, por lo que seguí con interés la comparecencia parlamentaria del consejero de Interior, Rodolfo Ares, y deseaba, como todo el mundo, que se pronunciara de manera clara y contundente.
Ciertamente no esperaba quedarme satisfecha al oír su intervención y menos aún vista la actitud del portavoz de su partido, José Antonio Pastor, que nos deleitó de nuevo con sus habituales exabruptos. Pero al menos confiaba en que tuviera una reacción responsable y decente ante esos hechos tan graves, lo que necesariamente pasaba por su dimisión y la de Varela.
El pasado 29 de marzo en Gasteiz otro joven fue herido gravemente con esas pelotas de goma tan cuestionadas, que nos recuerdan a cuerpos policiales que tanto nos hicieron correr y que se caracterizaban por una brutalidad no entendible entonces pero de ninguna manera ahora.
En mi opinión, la necesidad de la Ertzaintza y la profesionalidad de la mayoría de nuestra policía no deben ponerse en duda. Pero sí aclarar y purgar en consecuencia sus malas actuaciones. Lo que está ocurriendo es, pues, otro efecto más de la nefasta gestión de un gobierno que lo está haciendo francamente mal y que nunca la ha apoyado, con lo que genera un gran desánimo y malestar en su personal.
Sería malo que esta terrible desgracia acabara sin la necesaria reorganización interna, que pasa por la destitución de quienes no saben dirigir una policía que queremos democrática y, por lo tanto, respetuosa en sus medios y fines.
Hoy es 14 de abril, conmemoración del advenimiento de la República española. Será por el anhelo mayoritario de que suceda ahora algo parecido a aquella marcha nada honrosa de Alfonso XIII, lo que nos hace confundir aquella consecuencia de las elecciones municipales como si también lo fueran para los intereses nacionales vascos. Y no es así, pues simplemente dos días después se comprobó que el centralismo español, ayudado por la Guardia Civil, impidió la reunión de la Asamblea de Municipios.
Ya el 14 de abril, el entonces alcalde de Getxo, José Antonio Agirre, afirmó la necesidad de una "República Vasca". Es necesario recordar que en ese momento las únicas autoridades elegidas por votación popular eran las municipales y, precisamente amparados en esa legitimidad, los alcaldes de Bermeo, Elorrio, Getxo y Mundaka convocaron al resto de las autoridades municipales en Gernika para el día 16, "en reivindicación plena de su originaria libertad" (tal como recoge el diario Euzkadi de 15 de abril).
Las fuerzas republicanas y socialistas españolas no estuvieron, se impidió por la fuerza el acceso a la villa foral, así como la celebración de esa asamblea que pretendía "reunirse en Junta General, bajo el Árbol de Gernika".
Agirre, ya lehendakari vasco, recogió en su libro Entre la libertad y la revolución, las decisiones aprobadas por la nutrida representación municipal en las cercanías de Gernika y que se resumen en la exigencia de "que se proclame y reconozca la República Vasca". La de verdad.