Conflictos
Anda este país nuestro de lo más entretenido, dándome la posibilidad de elegir varios temas para plasmarlos en este corto espacio. Algunos de ellos quizás aparenten ser de menor importancia pero esconden modelos de gestión y de futuro muy distintos; otros nos mantienen año tras año atados a la irresolución y al conflicto, y las novedades que nos ofrece el PP hablan de pérdida de derechos.
Uno de los que más me ha llamado la atención ha sido el de las basuras en Gipuzkoa, pues me recuerda a aquellos años en los que el camión, tocando el claxon, avisaba para que la gente bajara corriendo con el cubo. No me apetecería nada compartir espacio con ratas, malos olores y restos esparcidos por unas calles que habrá que limpiar después. Justificaciones habrá muchas pero, si viviera en esa provincia, preferiría que no fueran de ciencia ficción.
La huelga del jueves 29, y su alta incidencia aquí, demuestran la gran concienciación y rechazo mayoritario a la intención de acabar con el Estado del bienestar. Pero la reforma laboral no es sino el comienzo del retroceso; sin recato, y a golpe de decretos, el PP lo está entregando a intereses que nada tienen que ver con el sistema democrático. Ayer, otra medida: amnistía fiscal para los que han defraudado. Mientras, el señor Botín dice satisfecho que Rajoy "está haciendo los deberes".
Hay un conflicto que quiero recordar porque intuyo la pretensión de que lo olvidemos y lo confundamos con una pequeña parte del mismo. Me refiero al conflicto político, el de verdad, el que mantiene a la mayoría social vasca en discrepancia profunda con los Estados francés y español, pues continúa pendiente de la única respuesta respetuosa con los derechos de nuestro pueblo, es decir, que nos devuelvan definitivamente nuestra capacidad de decidir futuro y presente.
Podríamos alargarnos aquí -tendremos oportunidad de hacerlo en otro momento- sobre los conceptos de derechos históricos y de autodeterminación que nos corresponden simplemente porque la nación vasca existe.
Parece que se extiende una idea, a mi modo de ver muy sospechosa, que resume el conflicto político vasco a que una organización armada desaparezca y a que un grupo político sea legalizado o no. Parto de la premisa de que la democracia debe asegurar que todas las fuerzas políticas que se comprometan con el bien común y los derechos humanos puedan ser elegidas por las ciudadanas y ciudadanos que así lo consideren. Con lo cual, este debate para mí está zanjado: legalización de Batasuna, sí.
Quizás lo que se intenta es debilitar nuestra justa pretensión, al obviar la lucha histórica y la futura en pro de los derechos nacionales del pueblo vasco, como si no hubiera habido nada más ni antes, ni durante, ni después de ETA. Limitar las reivindicaciones y lucha del pueblo vasco a cincuenta años y solo a un determinado mundo no responde más que al interés particular. Podríamos ponernos a pensar mal, al leer, por ejemplo, un periódico español ligado al Partido Socialista para el que los antes terroristas son ahora posibles compañeros de viaje de López y cuadrilla.
¿Qué pasa con nuestro capital político histórico? Los enunciados políticos nacionales de Sabino Arana, la entrega y bien hacer del lehendakari Agirre, los luchadores por la libertad y la democracia como fueron los gudaris del Euzko Gudaroste o la organización de Emakumes, la representación política y diplomática vasca activa en el escenario internacional de la Segunda Guerra Mundial y la naciente ONU… y tantas personas y partidos que hasta hoy han defendido democráticamente nuestros derechos son exponentes de lucha y compromiso.
El próximo 8 de abril celebramos nuestro día nacional, el Aberri Eguna, no esa ridícula invención de octubre para neutralizar nuestra legítima reivindicación. Gora Euskadi Askatuta!