Bahréin sobre el filo de la navaja
en el revuelto mundo de la "primavera árabe" el archipiélago de Bahréin -33 islas e islotes, de los que la mayor es la de Bahréin, en el Golfo Pérsico- tiene muchos, muchísimos, números para ser el próximo protagonista.
Y es que este diminuto Estado de bastante menos de un millón de habitantes no sólo comparte con el norte de África y las naciones islámicas del Oriente Medio el drama de una enorme masa social de gente joven que no tiene hoy en día ni presente ni futuro (a pesar de que la renta per cápita en Bahréin sea de 34.400 dólares anuales), sino que además padece en grado extremo el gran cisma musulmán del enfrentamiento entre suníes y chiíes.
Si todo esto no fuera suficiente para generar un situación explosiva, en Bahréin tienen el problema de que la mayoría indígena, chií y pobre, está gobernada por una élite suní venida hace unas generaciones desde la Península Arábiga bajo el mando de la familia de los Khalifa, que siguen ocupando el trono del país.
El que la inmensa mayoría de la población de un territorio tan cercano a la Península Arábiga no sea suní, como los moradores de esta última, se debe a que perteneció al imperio persa de los aqueménides (desde el siglo VII antes de Cristo) y se convirtió al islamismo cuando el reino iraní fue conquistado por los árabes en el siglo VII después de Cristo.
Pero como la norma vital de Oriente parece ser complicar todo lo que se pueda complicar, la situación política de Bahréin resulta aún más retorcida por las discrepancias personales e ideológicas imperantes en la familia real, donde el aperturismo relativo del príncipe heredero -Salman Ben Hamad- es contrarrestado por el inmovilismo del jefe del Gobierno, Khalifa Ben Salman.
Naturalmente, en la lucha por el poder -y también por las reformas- existe en el mosaico político bahreiní una tercera fuerza en liza: es el partido chií Uifan, que a principios de marzo logró sacar a la calle en la capital, Manama, una protesta de cien mil manifestantes; es decir que movilizó prácticamente al 20% de la población total del Reino.
Como pasa siempre, la confrontación en el seno de los Khalifa tiene raíces tanto ideológicas como económicas y esto se ve con toda claridad en la pugna comercial entre las compañías aéreas Gulf Air, en la que participa el príncipe heredero, y Bahréin Air, propiedad del hijo del jefe de Gobierno. No hace falta decir que hasta ahora el patrocinio estatal ha sido casi exclusivamente para esta última compañía