El más difícil todavía de los absurdos políticos lo ha marcado este año Rumanía, donde el partido gubernamental mayoritario -el PDL (Partido Liberal Demócrata)- le ha retirado su confianza al jefe del Gobierno Emil Boc… ¡porque este ha aplicado con éxito el programa internacional de saneamiento de la economía rumana!

Aquí hay que añadir que el programa impuesto a Bucarest por el FMI (Fondo Monetario Internacional) y la UE ha sido un éxito financiero aunque al mismo tiempo supone un infierno para la población rumana, cuyo nivel de vida y de empleo ha descendido en picado en los últimos 18 meses.

Rumanía, pese a ser una de las naciones menos desarrolladas de la Unión Europea, es la única entre las pobres que registró el año pasado un crecimiento cercano al 2%. Y ello, gracias a haber seguido a rajatabla el plan de austeridad impuesto por las instituciones supranacionales.

Claro que esto lo ha logrado con unos sacrificios enormes de la población que ha visto cómo pensiones y salarios públicos descendían un 25% y las prestaciones de la seguridad social un 15%, con lo que caían a niveles tercermundistas. Además, los planes de ahorro impusieron el despido de 185.000 funcionarios y empleados públicos. La cifra es enorme si se tiene en cuenta que la población de Rumanía asciende en total a poco más de 21.000.000 de personas.

Esta pérdida de calidad de vida en una nación cuyo salario promedio no llega a los 400 euros mensuales, ya el año pasado sacó a la gente a la calle, registrándose en 2012 casi cada semana manifestaciones violentas y protestas masivas en Bucarest y otras grandes ciudades.

La indignación pública, similar a la griega al igual que el origen de la profunda crisis financiera del país, se ha visto azuzada por la oposición, formada por los liberales nacionalistas (PNL) y los socialistas, que quiere capitalizar el descontento popular y triunfar en las elecciones del próximo otoño.

La oposición se ha anotado ya un primer y extraño triunfo: el jefe del Gobierno no dimitió por la presión callejera, sino porque su propio partido -el demócrata liberal- le ha retirado la confianza, transformándole en el chivo expiatorio de la política de austeridad.

Y como con un solo chivo expiatorio no basta para que la gente olvide penurias, hambres y desasistencias médicas, el PDL ha retirado del actual Gabinete a todos los ministros de cierta relevancia pública. En el Gobierno de Mihai Razvan Ungureanu -sucesor de Boc- sólo figuran independientes y afiliados de segunda fila del PDL.

El trasfondo electoralista del reajuste gubernamental -conservar las opciones de triunfo en los comicios del próximo otoño- se vuelve más que evidente si se tiene en cuenta que Ungureanu es uno de los hombres de confianza del Presidente Traian Basescu. Y el muy probable fracaso de Ungureanu ante el alud de descontento popular puede arrastrar con él también al presidente y provocar elecciones presidenciales adelantadas en las que el PDL tendría muchas más posibilidades de hacerse valer que en la actual constelación política de un país de Constitución claramente presidencialista.