Regresar es morir un poco", avisa un verso de Cristina Peri Rossi, para quien todos somos Ulises queriendo volver al hogar tras una larga ausencia. También Patricia Gaztañaga que, después de una década en el destierro de Madrid, regresa a ETB, su patria, ahora irreconocible con la respetabilidad y el liderazgo arrebatados por una aventura revanchista. Vuelve hoy con un concurso diario, Voy a mil, para llenar una hora, de dos a tres de la tarde, donde antes de que se torcieran las cosas ya habitaba otro concurso, Date el bote, que fue retirado en pleno éxito. Es decir, que el regreso es doble: Patricia a la pantalla y el concurso a su lugar de honor. No, regresar no es morir un poco: es una promesa de esperanza.

Todo indica que, con el rescate de Pello Sarasola como responsable de contenidos, la estrategia del regreso hacia adelante está dando buenos resultados. Quizás el propósito sea recuperar los valores que la hicieron grande -cercanía informativa, identidad, proximidad emocional, complementariedad de lo vasco con lo universal-, para enfrentarse al incierto proyecto de la tele de la era digital, donde ya manda internet. Pero desandar tres años a la vez que se avanza es una paradójica experiencia. ¿Cómo ha caído entre los profesionales ese dato terrible y revelador, extraído de un estudio del Gabinete de Prospección Sociológica de Lakua, de que los ciudadanos vascos prefieren TVE a ETB? Si no ha producido bochorno en la actual dirección y la respuesta es el silencio, cabe deducir que Surio, su equipo y quienes les nombraron se sienten satisfechos por el cumplimiento de un objetivo oculto. Destruir la autoestima de los pueblos es un crimen sutil.

Aunque el perfil de Patricia es superior a la oferta de entretenimiento, se puede presagiar que el concurso, divertido y de cuadrillas, le dará un nuevo triunfo e incrementará unas décimas la cuota de la cadena. De ahí saltará al prime time, donde se echa en falta su credibilidad; pero eso será cuando ETB haya completado, en poco más de un año, su regreso al futuro.