Hemos vivido al borde del abismo en 2011. La dimensión de la crisis ha sido mayor a las peores previsiones anticipadas tras la quiebra de Lehman Brothers y sus consecuencias se han dejado notar con mayor virulencia en la parte más vulnerable de la sociedad europea, claramente perjudicada por la destrucción de empleo, el empobrecimiento generalizado y el descenso en el consumo, junto a la no menos importante pérdida de capacidad para hacer frente a las deudas que ha dejado un interminable rastro de desahucios. Tampoco ha corrido mejor suerte el mercado crediticio en el que las familias y las empresas tenían puestas sus esperanzas para la reactivación de la economía.

Sin embargo, las peripecias mediáticas de la crisis, rodeada de grandes reuniones que terminaban con el consabido comunicado, han tenido como punto de inflexión a la prima de riesgo de los países periféricos de la Eurozona, que han hecho tambalearse a un euro que cumple diez años. Merkel y Sarkozy han manejado la crisis con la habilidad propia de esos capitanes que tratan de salvar sus respectivos barcos sin preocuparse de navíos más débiles.

Ha sido el FMI quien ha marcado el ritmo de las reformas y ajustes en los países con problemas y ha quitado gobernantes elegidos en las urnas para poner a tecnócratas al servicio de la línea neoliberal con la aquiescencia de la UE y el BCE, que han dado luz verde al Pacto Merkozy.

Pero la crisis persiste y amenaza con una nueva recesión en 2012 porque la banca sigue sin abrir el grifo crediticio y, sin inversión (pública o privada) no es posible reactivar la economía y crear empleo. Y aunque algunos pronostiquen que 2012 será el año en el que empecemos a decir adiós a la crisis, nada volverá a ser como hace 5 o 6 años. No se recuperarán los niveles de consumo y las tasas de paro seguirán siendo altas.

A partir de ahora será necesario tener en cuenta, como decía Epicuro hace casi 2.500 años, cuales son , nuestros "deseos naturales y necesarios", las condiciones mínimas del Estado de bienestar (alimentación, vivienda digna, empleo, Sanidad, Educación y pensiones) que la sociedad europea conquistó en la segunda mitad del pasado siglo y, por tanto, son innegociables, aunque los ajustes presupuestarios y el objetivo de déficit cero sean la coartada para que los gobiernos los recorten. No les importa la protesta de los indignados como tampoco tienen especial interés en defender los principio y conceptos democráticos.

El único factor positivo que podemos sacar en este moribundo 2011 es la fusión de las cajas vascas que ha dado como fruto a Kutxabank. Podía haber visto a la luz hace años, pero eso es pasado y ahora la sociedad vasca contará con un proyecto financiero de futuro, cuyos gestores han demostrado que hacen bien las cosas. Kutxabank permite afrontar con garantías de éxito la operatividad en un mercado competitivo con actores de grandes dimensiones.