no lo entiendo: más de treinta años esperando el fin de la violencia en Euskadi y, cuando llega, hay poderes interesados en que el acontecimiento nos deje indiferentes. Parece que EITB, en sintonía con el pacto PSE+PP, gestiona estos días la conveniencia de una percepción pública que rebaje la trascendencia del cese definitivo de ETA. Contener la ilusión de la gente, estimular la incredulidad y priorizar el pasado sobre el futuro son los propósitos de este plan pasivo. Es lo que se deduce de la pobre respuesta que nuestra radiotelevisión está ofreciendo del cierre de la etapa terrorista. Primero, le pilla la noticia con una película de indios y, después, cuando cabía esperar que proyectara como se merece la explosión de alegría y optimismo que reinaba en nuestro país, se limita a un especial de Plató 2.0, tertulia desangelada y triste que captó la atención del 9% de la audiencia. Una televisión con auténtica alma popular se hubiera volcado en información y opinión para estar a la altura de la historia y lideraría los sentimientos colectivos.

Peor fue el día después. El nuevo espacio Plaza Euskadi careció de fuerza emocional y ensimismado en la estética apenas llegó a un 5% de los espectadores. El Agur del lunes siguiente, producto improvisado y tedioso, fue otra decepción. Y así hasta reducir el impacto del hito más importante de las últimas décadas al interés de poco más de 30.000 ciudadanos en las sucesivas ediciones de Plaza Euskadi. ETB ha perdido la oportunidad de identificase con la sociedad vasca y ha escapado cobardemente de la gestión de la paz en lo que le atañe como medio público. Si no fuera tan sectaria, ETB sería hoy en nuestra mejor mediadora para favorecer la convivencia democrática y una gran aliada para la reconciliación. Pero ha envilecido su razón de ser.

Hay demasiado Vocento en ETB como para que Euskadi se vea reflejada en ese espejo. Su influyente presencia determina el mensaje resentido de estos días en la tele, la advertencia feroz de que por mucho que haya paz, no estamos en paz.