Está escrito que la prisa es la gran asesina de nuestro tiempo. Puede añadirse que se trata de una cabrona que trae su apocalipsis a lomo de cuatro caballos: el tráfico, la malnutrición (ojo, no confundir con la desnutrición...), la vida sedentaria y el trabajo, que hoy en día peca por defecto o por exceso. Se ha perdido, como ven, el ecuador, el templado ritmo de las cosas. Hoy todo es extremo, todo ha de ser trepidante, exultante e inmediato. Es el reino de Red Bull, un mil por hora que nos quita el aliento.
No hay consuelo estos días de fiesta en Lekeitio, cuando un joven ha muerto y su coequipier en la vida da se tambalea en el alambre de un hospital debido a un terrible accidente de moto. Quedan las razones y los porqués para el análisis forense de los seguros, que todo lo miden en el tanto por hora o tanto por ciento de alcohol en la sangre y quedan los números para el siniestro recuento de cadáveres en la carretera. Esa huella la borrará el tiempo pero no habrá quien olvide que en los Sanantolines de 2011 una vida joven fue segada. No hay consuelo, digo, en estos días donde los alegres gansos se han convertido en tristes cisnes negros de la pena.
Lekeitio es tierra que mira al mar y está acostumbrada a pagar el terrible tributo al dios Cantábrico. Se diría que los hombres y mujeres de la mar asumen que han de rendir cuentas a las aguas que tanta vida producen. Por eso uno sospecha que hacen más mella estas cicatrices del asfalto, siempre inesperadas. Solo los poetas son capaces de ver la luz en las tinieblas del duelo. Vienen a esta columna de crespón negro algunos versos -"Dulce es al hombre en su penoso duelo,/ cuando el tormento pertinaz le aterra,/ decir burlando a la mezquina tierra:/ "Allí es mi patria", y señalar el cielo."- pero no hay manera de olvidar, no hay pañuelo que enjuague tanta lágrima.
Donde quiera que se mire estos días en la empedradas calles del pueblo, puede verse el rastro de un hombre cuerpo a tierra, cubierto por una manta. Es el terrible fantasma de nuestro tiempo. ¿Cómo pedirle ahora al pueblo que lance el alegre irrintzi propio de estos días...? Es duro hacerlo, es un imposible porque han quedado mudas las gargantas, secas tras este amargo trago de ver convertido el asfalto en mármol de lápida. Volvamos entonces a los poetas, a los únicos que son capaces de mirarle a los ojos a tanto dolor. Ellos nos recuerdan que "la muerte va también por el mundo vestida de escoba, lame el suelo buscando difuntos", recordándonos, con el frágil disfraz de la metáfora, que muchos, demasiados, han caído a ras de suelo.