La deuda pública griega es enorme -debe ya más de los 110.000 millones de euros que le prestó la Unión Europea hace un año y requiere con urgencia otros 30.000.000.000- y poco menos que imposible de saldar. Porque el Gobierno de Atenas ni tiene recursos monetarios para recuperar la competitividad del país ni quiere aplicar las drásticas medidas de austeridad que le recomiendan los economistas comunitarios por miedo a una revolución.

La fórmula clásica que tenían los países pobres cuyas industrias no podían competir en el mercado internacional era la devaluación de la moneda nacional. Pero Grecia carece de moneda nacional desde que abandonó la dracma para incorporarse al euro y hoy en día parece jurídicamente imposible salirse del grupo euro sin salirse también de la Unión Europea.

Este círculo vicioso jurídico-económico-social ha sido discutido la semana pasada por los ministros de Finanzas del G-20 -y volverá a serlo la semana próxima -sin que nadie haya podido proponer hasta ahora una solución convincente.

Así, Hans Werner Sinn, presidente del IFO -una de las más prestigiosas entidades alemanas de análisis económicos- declaró días atrás que Grecia debería abandonar inmediatamente la moneda europea porque es la menos mala de las pocas salidas que tiene el problema de su deuda.

La alternativa a una depreciación de la moneda nacional, la llamada "devaluación interna", con reducciones salariales del orden del 20%, llevaría el país al borde de la guerra civil. Por su parte, el ministro alemán de Finanzas -Schäuble- coincide en el análisis de Sinn, pero llega a una conclusión diametralmente opuesta. Según él, Grecia ha de seguir en el grupo del euro para emprender una larga y dura regeneración económica.

Porque, insiste, si Atenas abandonase el euro, la dracma sufriría inmediatamente una devaluación cercana al 50%, lo que provocaría una quiebra en cadena de la mayor parte de la banca europea y una fuga de capitales desde Grecia. Con ello, la deuda pública helena se elevaría al 200% del PIB nacional, y esto equivale a la bancarrota

Además, insiste Schäuble, la fuga de capitales obligaría al Gobierno de Grecia a implantar un control draconiano del movimiento monetario, atentado así contra uno de los pilares económico de toda la Unión Europea.

De todas formas, en el último año el dinero depositado en la banca privada griega se redujo sólo un 10% (de 227.000 millones a 202.000 millones de euros), variación que se ha registrado también en Irlanda, otro de los grandes enfermos económicos de la UE. Para muchos analistas, esta disminución de capitales es más fruto de la recesión que padece el país que consecuencia de una deuda nacional desmesurada. Por último, en toda la zona euro se registraron en el pasado varias veces oscilaciones del 5% de los depósitos bancarios.

En vísperas de la segunda reunión de los ministros de Finanzas, el Gobierno griego ha sugerido como solución del problema, la creación de una "fondo de compensaciones" comunitario, en el que los países ricos transfieran grandes capitales a las naciones menos desarrolladas. Pero si esta solución sería una bendición para los griegos y el Gobierno de Atenas, ni las grandes naciones industrializadas de la Unión Europa están dispuestas a crear semejante fondo, ni la Constitución comunitaria tiene prevista una medida semejante.