Un viaje a Roma
El Athletic viaja rumbo a Roma, la tierra a la que dicen que llevan todos los caminos. Es cierto que lleva buen tranco, un paso de siete leguas que habla de los méritos de un equipo que tiene en la fe su mayor capacidad para mover la montaña del resultado. El Athletic viaja a Roma pero... ¡qué diferencia de equipaje! Si hace no más de diez días recordaba a un peregrino de limosna con un fútbol zarrapastroso frente a Osasuna, hace cuatro lucía una coraza bruñida en plata para enfrentarse a la Real Sociedad. Ambos senderos dieron con idéntico destino: tres puntos. Pero no es lo mismo (no dede serlo...) el atajo del patadón y tentetieso que halla el buen rumbo en medio de la desorientación por un golpe de fortuna y el paseo del brazo de un sherpa avezado, el fútbol eléctrico y vibrante exhibido en San Mamés. Ya sé que habrá quien diga que el equipo menguó y reculó en la segunda mitad. Es cierto, pero lo hizo con la solidez de los generales que ordenan retreta cuando han dejado un reguero de sangre a sus espaldas y medio ejército enemigo malherido...
Se abre ahora un porvenir tan incierto como ilusionante. ¿Serán capaces los leones de mantener la inercia de la victoria...? Cinco partidos restan en el libro de cuentas de la liga y tan descabellado parece que el Espanyol emule a los salmones -remontar río arriba y contracorriente...-, como loco el sueño de pensar que el Athletic puede dar caza al gran cetáceo, al Moby Dick, amo y señor del última plaza de la Champions League. ¿Y por qué no?
Ahí está el guante, Athletic; ahí el gran reto de la última década. Tiempo habrá para pensar en la plata pero vayan ustedes ahora a por el oro. A su espalda todo un pueblo sopla, alienta, se cree el sueño. Hagánlo, eso sí, desde la convicción, desde la fe de que el fútbol de alto voltaje ha sido y es el santo y seña del escudo que portan. Hagánlo, eso sí, sin cálculos de la lechera sino con el corazón, sin economía de esfuezos sino con derroche de ganas. Se lo agradeceremos.