LOS americanos del norte acuñaron hace un tiempo una expresión numérica que esconde, tras los dígitos, una perversión. Les hablo del 24-7 que, dicho sea para aviso de los despistados, hace referencia a una cárcel del calendario laboral: 24 horas al día, siete días a la semana. Tienen gracia estos americanos del norte, siempre tan cachondos. Resulta que, desde la madre de todas las modernidades, lanzan un viejo concepto de vida: trabajar como los egipcios en las pirámides, hasta deslomarse.

Nada de eso sucede en Bilbao, ciudad mucho más civilizada para estas cuestiones, por mucho que sus ciudadanos tengamos bien ganada fama de trabajadores. Otro cantar es la hermosa idea que se baraja ahora en el Ayuntamiento de Bilbao: la creación de un Bilbao after hour, una villa que no cuelgue, ni un sólo domingo de nuestras vidas, el irritante cartelito de cerrado por vacaciones. El proyecto se cuenta en un pim, pam, pum: se trata de rotar, como en los buenos banquillos, a todas las estrellas de la ciudad. Así, un domingo uno encontraría abierto, qué sé yo, todo el Casco Viejo y al siguiente, pongamos por caso, todo Indautxu. La idea, de llevarse a cabo, comenzaría por Ledesma, una zona rescatada, ya hace unos meses, al tráfico rodado.

Habrá quien opine -ya saben lo de las opiniones y los culos: todo el mundo tiene uno...- que la iniciativa impone una cadena dominical para algunos. Nada más lejos de la realidad, porque la apertura (sólo faltaba...) no es obligada. La medida genera dudas, claro que sí. No podía ser de otra manera. No por nada, el filósofo Bertrand Russell apunto aquello de que gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes, llenos de dudas. Pero hay que arriesgarse, buscarle el reverso a la gabardina antes de quejarse que está vieja.

No se trata, ya está dicho al principio, de hincar la rodilla ante la dictadura de la persiana o del reloj de fichar. Lo que interesa es que Bilbao deje de asemejarse, cada cabo del fin de semana, en un O.K. Corral tras el tiroteo, un páramo desierto donde no poder tomarse una cervecita y comprarse un jersey, por si cambia el tiempo en la terraza.