Hay, quien se opone las relaciones sexuales antes de la boda... ¡por el peligro de llegar tarde a la ceremonia! Antaño, cuando gobierno y oposición eran otros, hubo quien pensaba que eran buenos los parques y sobraban ladrillo y asfalto, que tanto afean el paisaje. Hoy, cuando el oficiante es otro, resulta que aquella ecuación estaba equivocada: Zorrotzaurre, dicen, al menos el Zorrotzaurre dibujado en la imaginación de los grandes arquitectos como un nuevo Manhattan a la bilbaina, sólo es viable si está habitado o, por decirlo en plata, si está vendido.

Pero no es fácil esquivar ahora el desengaño. Los vecinos del Canal escucharon cantos de sirena y se lanzaron al agua de los juzgados que, curiosamente, les dieron la razón. No se han hecho las cosas de la forma correcta, vino a decir el señor juez. O, lo que es lo mismo, el plan, por precipitación, se ha confundido de camino y ha llegado con retraso al buzón de los vecinos, que piden más parques, ahora con más razón que nunca. La Ley les ampara y el asunto lleva camino de convertirse en un laberinto. Mientras una facción de los litigantes aboga por la negociación hasta sus últimas consecuencias -al fin y al cabo no sería bueno parar el reloj del progreso, no sea que luego se complique darle cuerda de nuevo...-; otros quieren consecuencias inmediatas: la ejecución de la sentencia con efecto inmediato.

¡Qué paren las excavadoras!, es el grito de guerra de los más audaces. Vista desde fuera, la batalla parece plantearse entre naturaleza y civilización. No creo que sea así. Más bien da la impresión de un despecho. Se obró bien sin mirar a quién y sin contar con los de casa. Y ahora ellos, varios de aquellos que mantuvieron la zona con un aliento de vida piden ahora que no se encienda la luz sin su permiso.