Dan ganas de tirar de la cadena
EN estos momentos no hay un solo lugar en donde uno pueda esconderse de los programas del corazón. Su contenido ha impregnado de tal forma la parrilla que más pronto que tarde encontraremos a Belén Esteban presentando un telediario o a Kiko Matamoros dejándose comer por un tigre en un documental de La 2. El efecto es de tal magnitud que la información rosa se asemeja a un gigantesco auróboros, esa serpiente que, mordiéndose la cola, se alimenta de sí misma en un ciclo continuo de destrucción y creación. Primero fueron los programas que entraron a saco en la farándula, como Aquí hay tomate; después, los que les criticaban, léase Sé lo que hiciste...; y, ahora, una nueva generación que intenta hacer humor con los personajes y personajillos que pueblan los anteriores. La escobilla nacional, en Antena 3, es uno de ellos. Con ese nombre de connotaciones escatológicas está visto que no fue creado para durar, por más que en su estreno rondara el 18% de share. De hecho, en estos momentos anda por la mitad. Bajo su manto ha acogido a un buen equipo de imitadores, lo mejor del programa, que tuvieron tardes de gloria en Polonia y Crackóvia, deTV3, pero que bajo la tiranía de un equipo de guionistas sin gancho deambulan por el escenario con más pena que gloria escenificando chistes burdos e infantiles. Dirige el concierto Ángel Llacer, ese individuo gesticulante que ha ido convirtiéndose en la parodia de sí mismo y que, dentro del programa, es totalmente prescindible. En el último programa escenificaron diferentes sketches de espacios como Lluvia de estrellas, El juego de tu vida y Bricomanía. Todo ello bien empaquetado con vistas a internet. También aparecieron sendos clones de Jordi González y Mercedes Milá proponiendo un Gran Hermano con transplantes de órganos entre los participantes, una idea que quizá algún día veamos en televisión, lo que vendría a demostrar que la serpiente sigue devorándose a sí misma.