El cocinero de los niños

DAVID de Jorge, el nuevo cocinero de ETB-2, es un showman nato que puede pasarse diez minutos de charleta antes de ponerse manos a la obra. Habla más que cocina -incluso a veces sólo habla- y muestra una preocupante inclinación a las palabras malsonantes (de las que maneja un amplio repertorio), por lo que podría convertirse en el cocinero favorito de los niños, sobre todo cuando tocan guarrindongadas. Así es como ha bautizado a las mezclas más o menos asquerosas que le sugieren los espectadores. El viernes se zampó tan ancho unas "patatas de bolsa con aceite de mejillones de lata" como si fueran la creación de un gourmet en lugar de la anticocina que tira piedras contra su propia vitrocerámica. Pero no es ésta la única característica extraña de Robin Food (gran título, por cierto), puesto que un espacio culinario debe sobreimpresionar todos los ingredientes necesarios para la receta después de elaborarla y mantener la lista en pantalla el tiempo necesario para tomar notas. En este programa, los elementos van apareciendo aislados, lo que impide apuntarlos si finalmente el plato es de interés para el espectador. Además de para los cocinillas, este espacio resultará atractivo para los amigos de las curiosidades porque David de Jorge es capaz de dar una conferencia sobre el azafrán, disertar largo y tendido sobre la lucha por el control de las especias y narrar la historia del champiñón desde los albores de la Humanidad. Chistes no cuenta, pero da datos a porrillo. Este justiciero de los fogones (de ahí vendrá el nombre del programa, digo yo) también es una máquina de fabricar aforismos. "Hay vida más allá del risotto", por ejemplo, es una sentencia sobre la que deberían meditar todos los amantes del arroz. Es cierto que a veces no parece saber dónde está la cámara y se queda hablando al vacío, pero el tío es tan simpático que se le pueden perdonar los despistes técnicos. Sin embargo, hay otra cosa que no se le puede perdonar: que eche cebolla al arroz. Eso sí que no.