Todos los grandes viajeros se resumen en una vieja sentencia: han visto más cosas de las que recuerdan y recuerdan más cosas de las que han visto. En realidad, los viajes son como el amor: cuanto más lejos vas más recuerdos te dejan. No es ésta una columna de intrépidos aventureros ni de quienes emprenden el tortuoso viaje a la ciudad prohibida de los estragos de la droga, por mucho que el chamán Itoma posase en manos del alcalde, Iñaki Azkuna, hojas de coca recolectadas en las riberas del Amazonas. ¿Es éste un delito de narcotráfico...? A la vista salta que no. Pero sí que expresa cómo la diversidad de culturas condena en un lugar de la tierra lo que ensalza en otro. No hay noticia del destino final del regalo ni ánimo de preguntar por él, con lo dura que resulta la camisa de once varas...
¿Es el crucero la panacea del viaje...? Antaño, cuando el tiempo disponible era el mismo que hoy -veinticuatro horas por día...-, esa pregunta hubiese estado de más. No había tanta atadura al reloj, que por algo pasó del bolsillo interior a la muñeca. La literatura, el cine y los documentales de la época reflejan un cautivador universo de lujo y glamour, por mucho que también entonces viajasen polizones ocultos en la santabárbara o en las bodegas del barco. Ahora que Bizkaia viene a convertirse en fondeadero de lujosos transatlánticos y que el turismo de mar escucha los cantos de sirena de nuestro pueblo, no estaría de más recuperar el prestigio perdido.
Hoy no sobran ni las migas del segundero porque el reloj, ya digo, es un rudo capataz entre algodonales, un esclavista convencido. Nos hemos llenado la vida de tantas cosas vacías que el tiempo libre escasea. Y, claro, hay una enorme diferencia entre viajar para ver países, con un enfebrecido afán por sellar el pasaporte en los más exóticos destinos, y hacerlo para ver pueblos, para conocer los usos y costumbres de otros congéneres, para mezclarse con estilos de vida muy diferentes, en ocasiones sugerentes y otras no tanto. Quien sabe, por ejemplo, si el propio Azkuna no se hubiese sentado junto al brujo con las piernas cruzadas, hubiese alzado la vista al cielo y se hubiese puesto a mascar la hojita si la visita se hubiese cursado a la inversa. Digno de ver.