¿Hay algo peor que permanecer impasible y callado ante una barbarie de la magnitud de la que se está produciendo en Palestina? Sí, hay algo peor. Y es banalizar y desautorizar a las personas que sí deciden hacer algo por poner el foco en la violación de los derechos humanos que Netanyahu ejecuta a los ojos del mundo sintiéndose impune. Nunca hay que despreciar un acto humano de solidaridad por simbólico que sea. Mientras la marina de Israel interceptaba en aguas internacionales a los barcos de la Flotilla los pescadores de Gaza pudieron salir a pescar para conseguir comida. El activismo en esencia es provocador, transgresor y hasta subversivo. Trata de denunciar injusticias y agitar conciencias. El activismo por naturaleza es incómodo porque es rebelde y hace mucho ruido. Criticar desde la conformidad de nuestros hogares es sencillo. Lo arriesgado es iniciar acciones para presionar a un gobierno que lleva dos años matando a destajo. Cerca de 40 humildes embarcaciones con casi 500 personas se han convertido en el convoy liderado por civiles más grande de su tipo en la historia. Activistas, periodistas, políticos, médicos, abogados, marinos, hombres y mujeres de diferentes nacionalidades decidieron cruzar de extremo a extremo el Mediterráneo con la intención de forzar que se abriera un corredor humanitario en Gaza. Estas personas sabían que estaban arriesgando su vida por poner el foco en la matanza de un pueblo exhausto y sin voz. Cada esfuerzo cuenta por romper el bloqueo humanitario que ejerce el gobierno de Israel. En un año convulso, de guerras, de masacre, me conmueve el arrojo de estas personas. Vuestra acción no ha sido inútil. La solidaridad es esencial para la supervivencia humana. Daros las gracias, de corazón. Sois mis héroes por la Paz.