Los que vivíamos en Deusto y trabajábamos en Bilbao a mediados de los noventa, pudimos ver día a día la construcción del actual museo Guggenheim. Lo que comenzó como un esqueleto de cemento vizcaino y acero guipuzcoano y navarro principalmente, es ahora un bellísimo edificio de titanio que ha dado a conocer el nombre de Bilbao en todo el mundo. Reconozco que a muchos no nos gustó la idea de colocar aquel amasijo de vigas en aquellos muelles donde atracaba el barco de Pinillos que nos traía plátanos y tomates de Canarias y además nadie nos consultó su idoneidad y tampoco nos gustaba el arte moderno que nos decían iba albergar aquel museo. Pura ignorancia. Hoy tengo que admitir que estábamos equivocados y reconozco (aún no lo han hecho muchos de los que hoy en día siguen insistiendo en que sobran este y el nuevo en discusión) que fue un acierto que ha creado muchos puestos de trabajo y revitalizado nuestra economía.

Sin embargo parece que el nuevo proyecto a construirse en Urdaibai merece no tan solo consultar a los ciudadanos de la zona, sea o no vinculante su opinión, sino presentar un estudio independiente y serio de su afectación medioambiental, su incidencia en unas carreteras ya de por sí congestionadas en festivos y fines de semanas y en cuánto puede estimarse el coste de este proyecto y los puestos de trabajo directos e indirectos que pueden crearse.

Información fiable y profesional y que se callen los gurús y demagogos políticos de un signo y de otro, es lo que queremos los ciudadanos vizcainos. Información que todavía no tenemos.