Si desde la educación pública se formara a los jóvenes en nuevas tecnologías, los efectos serían muy distintos: menor desempleo juvenil, más competitividad empresarial y mejores salarios. Sin embargo, la falta de visión y acción está condenando a nuestros jóvenes a la precariedad y al país a un futuro incierto, con una preocupante tasa de natalidad que amenaza el relevo generacional. La lentitud institucional ha sido, lamentablemente, una constante en la historia de España. En un mundo que cambia rápidamente, urge que nuestras políticas hagan lo mismo. Nuestros políticos llevan pilas que duran y duran, en mantener el mismo discurso, en un entorno muy diferente a sus acciones y propuestas.
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