Es esta una expresión que alude a las penalidades que nos toca sufrir a lo largo de la vida: un profundo valle. Las lágrimas son la demostración palpable del dolor, la adversidad y la pesadumbre; no obstante, también las derramamos para demostrar una enorme alegría, un gozo inefable. El ser humano cuando se ve impotente para articular palabras, no sabe qué decir, acude a ellas como el mejor traductor para que los demás nos entiendan, son un idioma universal que no se necesita estudiar. A día de hoy, estamos viendo multitud de gente arrasadas en lágrimas; los Juegos Olímpicos son buena prueba de ello: júbilo, gozo, dolor físico y moral, decepción, rabia contenida, etc. Qué decir de las guerras, enfermedades, pérdida de seres queridos, fracasos, donde el nexo son siempre las lágrimas. Llorar no es de cobardes, sino un sentimiento, ergo, que estamos vivos; no somos un adoquín, tampoco IA que esperemos jamás aprenda a llorar y ello nos diferenciará a mucha honra. “No hay mayor causa de llanto que el no poder llorar”. Séneca dixit
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