La Korrika tiene un encanto especial. Es correr, mojarse, sudar, pasar frío y calor, gritar cantar, sentir. Todos los elementos que la vida nos da y le robamos en cuanto podemos, inconsciente o conscientemente.

Todos los idiomas tienen su encanto, su cenit de belleza y atracción. Unos más que otros, depende a quién se lo preguntes, pero algo sublime, metafísico, ideal, escoden, porque llevan el alma del pueblo llano, de los labradores, pescadores y tenderos, poetas, músicos, monjes y sacristanes.

Es la cultura, el saber, el ensueño. Cuando llega a las manos y garganta de los poetas y los músicos, que lo barnizan con sus notas, el ser humano tiembla sin saber por qué.

Para mí el euskera, nuestra lengua, que uno intenta saber y amar cada vez más, se sublima en un verso cantado por el pueblo: Bentara noa, bentatik nator / bentan da nere gogoa / Bentako arrosa crabelinetan / hartu dut amodioan. Desde la garganta cálida de Mikel Laboa es poesía.