Permítanme expresar mi más efusivo agradecimiento a los taxistas de Bilbao por su impecable servicio, el cual ha alcanzado cotas tan elevadas que difícilmente podría haber imaginado. En especial, me gustaría destacar su excepcional disponibilidad en los momentos en que más se les necesita, como los días festivos y las noches de viernes y sábado. Es asombroso observar cómo los taxis libres pululan por las calles de Bilbao con la misma abundancia que las ovejas en el Ártico.

Sin duda, su habilidad para desafiar las leyes de la física al desaparecer misteriosamente en el momento en que más se les precisa es digna de elogio. Además, me gustaría rendir tributo a su ingeniosa política de tarifas. Es realmente reconfortante notar cómo los precios se elevan proporcionalmente a la corta distancia recorrida dentro de la ciudad.

Por otro lado, quiero felicitarles por su enfoque visionario respecto a los trayectos al aeropuerto. La forma en que los precios se disparan cuando se acerca al área de despegue es un verdadero ejemplo de equidad, reconociendo la necesidad de financiar sus servicios mediante la extorsión aérea.

Finalmente, la admirable atención a la diversidad de la que hacen gala es algo digno de mención. La limitada disponibilidad de taxis que permiten transportar a más de cuatro personas refleja claramente su compromiso con la intimidad durante el trayecto.

En conclusión, Bilbao se enorgullece de contar con un servicio, teóricamente, público de taxis tan excepcionalmente único. Mi más sincero reconocimiento a los taxistas por su inigualable capacidad para convertir la experiencia de viajar en una aventura inolvidable, donde la sorpresa y la incertidumbre son las únicas constantes.

Eso sí, ¡fuera Uber y Cabify! ¡Que nos quitan nuestro trabajo!