Dictadura, dícese del gobierno donde una sola persona ostenta todo el poder y que reprime los derechos humanos y las libertades. Así a grandes rasgos sería la descripción de una dictadura, una palabra que estos días se viene en boca de políticos y gentes de bien, que consideran que vivimos en una dictadura impuesta por un malo malísimo, que torció sus planes allá por la lejanísima fecha del 23-J en -¡oh, sorpresa!- unas elecciones generales (de primero de democracia). Esa democracia, que habla de soberanía nacional, depositada en unas urnas donde elegimos a nuestros legítimos representantes, que después designarán al jefe del ejecutivo (de primero de democracia, también). Dicen respetar esa democracia, aluden constantemente a ella, pero después ignoran sus principios básicos -traducido en esa constitución que tanto aman-. De tanto frivolizar o subvalorar esa dictadura tan amada y sentir quizás cierta nostalgia de oscuros pasados que pensábamos ya superados, se quiere revertir una democracia a lo mejor imperfecta, pero que costó muchos años construir.