Hace unos días, un prestigioso medio de comunicación británico dedicaba una impactante portada, correspondiente a su revista semanal, en la cual ilustraba muy gráficamente el impacto que pudiera haber tenido, en las recientes elecciones del 23J, el triunfo (como muchos y muchas pronosticaban) de la ultraderecha que ya se veían tocando poder, con el inestimable concurso de las otras derechas, llámense PP. Estaban ya, listos y presurosos, en que su camino hacia la Moncloa sería un paseo triunfal, donde aplicarían sus últimos grandes éxitos, que vienen ya trabajando (por llamarlo de laguna manera) en las comunidades autónomas donde ya gobiernan, en amor y compañía, donde van quitando, suprimiendo... cosillas varias, por resumir: Consejerías de Igualdad; negando o renombrando, la violencia de género; negando, asimismo, los derechos LGTBI y censurando la cultura, que no es la adecuada -para ellos, claro-. Esa sombra que ilustra la portada es muy real, como nos indica el editor del medio y el énfasis que pone en que de alguna forma se cree (se ha frenado de momento) un gobierno ultra en el Estado, ante el imparable avance de las ideas ultraconservadoras en Europa, con gobiernos impensables hace unos años. Se está incidiendo mucho, en estas semanas posteriores a las elecciones, por parte de analistas, expertos o expertas en la necesidad o conveniencia de una gran coalición entre los grandes partidos, para garantizar la gobernabilidad o la estabilidad… Puede. Yo no soy ni analista ni experta, pero no quiero que me gobierne alguien que niega derechos y libertades, como ya lo esta haciendo, con o sin ayuda. Larga sombra, recuerden.
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