En un país donde no hay manera de ponerse de acuerdo ni a la hora de pedir un café, Francisco Ibáñez ha conseguido lo imposible: todos los que fuimos niños alguna vez y ya hemos recorrido parte del camino le recorda(re)mos con cariño.
Fue responsable de nuestro gusto por la lectura. Nos hizo felices a muchos y seguirá haciendo felices a muchos otros. Gracias, maestro, por acompañarnos siempre y después.