En estos más de tres años de episodios víricos, los ciudadanos hemos pasado desde un impensable confinamiento en nuestras casas, a sentir cómo fallecían seres queridos, guardar distancias de seguridad entre las personas, llevar mascarillas... Hoy nos estamos recuperando lentamente de esta guerra planetaria, que gracias a las vacunas ha podido ser detenida, al menos a nivel global. Todos hemos aprendido que somos vulnerables ante un virus que ha puesto a prueba a las sociedades de todos los países, y que ha ganado por goleada ante las brutales consecuencias que ha dejado. Sin duda, este lamentable episodio estará en la memoria de nuestras vidas, esperando haber dejado algo positivo para que no se vuelva a reproducir en las próximas generaciones. Este virus y el cambio climático están demostrando que las fronteras administrativas las establecen los seres humanos, siendo traspasadas por ambos sin ninguna dificultad. ¿Habremos aprendido de esta vulnerabilidad?