Fue un 22 de julio de 1969, cuando el romano Juan Carlos I, cuya familia había regresado de unas vacaciones cortesía de la república del 31, es propuesto sucesor de uno de los tiranos más fúnebres de la historia: Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde. A la muerte de este fue proclamado Rey de España. Jesús, en una reflexión de día inspirado pronunció esta parábola: “¿Quién de vosotros negaría el pan y el vino a un amigo que va a él a medianoche después de un largo viaje?”. Pero no, no es lo mismo. Esto no va de panes ni peces ni gaitas (bueno, gaitas en Sanxenxo puede que sí), sino de palacios donde pernoctar, viandas de refinada calidad, escoltas, amantes costosas, aviones privados, amigos extraños, regalos de cientos de millones por amor desinteresado de rumbosas amistades, que algunos malpensados vinculan con presuntas comisiones por la operación del AVE a la Meca y otras cosillas… Cosillas archivadas, mire usted, por la Fiscalía del Tribunal Supremo. Sus incomodísimos paseítos al país del cual huyó, perjudican seriamente la reputación de su hijo y progenie, sin mencionar la ya bastante desprestigiada institución monárquica. Y se presenta tan campechano. Ni un rubor. Ninguna explicación o perdón, y sí altivez y cuchufleta. Don erre que erre de Borbón, es desde hace algún tiempo, huésped del jeque de Abu-Dabuten, Mohamed bin Zayed. Sarao y vela, lo demás se la pela. ¿Ganará el Bribón la regata otra vez? Veremos.