Francia, quien se vanagloria de haber sido el foco de propagación de ideas ilustradas, y de un espíritu renovador en Europa y el mundo, siempre ha sido la más nefasta y cruel potencia colonial, con la excepción del Congo Belga, el summun de los horrores. En la Conferencia de Berlín de finales del XIX Europa se dividió África como si fuese un pastel. Esto continuó así hasta la década de 1960 donde para entonces la mayor parte del continente que aún era una dependencia europea se independizó, salvo casos tardíos como las colonias portuguesas. En el caso que nos concierne, Francia si bien es cierto se retiró nominalmente, siempre ha mantenido el control de lo que fueron sus colonias; mientras que en Europa defendía los Derechos Humanos y la no intervención de EE.UU. en ciertos países, ellos ponían y quitaban dictadores a su capricho. Este cinismo es repugnante, ahora en plena tensión de Occidente con Rusia, estos últimos y gracias al Grupo Wagner, han logrado echar a Francia de República Centroafricana, Burkina Faso, Mali y otra serie de países, donde valga la expresión seguía “mangoneando” el Elíseo. No es que Rusia vaya a garantizar los Derechos Humanos, pero Francia lleva años ganando el Premio Razzie a la peor metrópoli colonial en Africa y es que “quien siembra vientos, cosecha tempestades”.
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