Las mociones de censura sirven para cualquier cosa, entre las que se encuentra alterar el ritmo parlamentario y sacudir la higuera constitucional. ¿Quiénes ganan y quienes pierden? El Parlamento y demás instituciones siempre resultan heridos. En este caso, Vox sale fortalecido sin haberse despeinado. Ha cazado, ya que otra pieza no perseguía, el efecto movilizador, hacerse ver en primer plano y soltar algunas de sus ya indigestas barbaridades urbi et orbe que mueven a la risita de todos, excepto el PP, cuyo gobierno pasa por pactar con ellos y maldita la gracia notar su incómodo aliento en algunas comunidades, aunque coman del mismo puchero. Los convocantes y su añoso trampantojo, don Ramón Tamames, otrora hombre de mente capaz y huésped forzoso de la cárcel de Carabanchel, cortesía de la policía franquista, dijo poco, se empeñó en procrastinar y terminó pidiendo la hora. Una mortificación evitable, dado que no estaba la osteoartritis para coñas y lucimientos. Y entre las perlas que le dijeron que dijera, soltó que los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos son el enemigo… A estas horas ya se sabe el resultado negativo cantado desde el principio. Un Vox risueño, un PP huido y un don Ramón envanecido. “Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada…”.