Sentados ante el televisor para ver sus enfrentamientos como si de Rafa Nadal y Roger Federer se trataran, pero utilizando la raqueta del saber aderezada con memoria, concentración, nervios de acero y agilidad mental; han dedicado miles de horas a estudiar no solo el diccionario, sino todo tipo de materias, aparte de sus respectivas carreras. Ambos concursantes han cumplido al pie de la letra con el famoso dicho de que el saber no ocupa lugar. Ellos son un claro exponente de que con tenacidad, firmeza y constancia no hay metas que al ser humano se le resistan.

Otro aspecto a tener en cuenta es la audiencia de Pasapalabra muy superior a la llamada telebasura, algo que resulta gratificante. Tanto el burgalés como el sevillano, se han merecido a pulso la fama que se han ganado y su impronta de saber y humildad permanecerá indeleble en nuestra memoria. Rodeados como estamos de personajillos famosos, auténticos cantamañanas que se despellejan y parasitan unos a otros frente a las cámaras, poder ver programas culturales y amenos respaldados por una gran audiencia con dos auténticos cracks como protagonistas, resulta reparador y esperanzador.