El otro día leí acerca de un interesante experimento psicológico realizado en 1953 en la Universidad de Stanford. Se reunió a un grupo de niños que debían hacer una cosa que les gustaba a todos ellos: pintar. Se les advirtió de que, si lo hacían, recibirían un premio por ello. Ellos realizaron la actividad y recibieron el premio. Al cabo de unos días se observó que los niños ya no disfrutaban pintando como lo hacían antes. Esto se debe a que el experimento causó que su motivación a pintar pasase de ser intrínseca a ser extrínseca. Es decir, dejaron de pintar por gusto para hacerlo en busca de un premio o factor externo de motivación. Hoy en día muchos niños son sometidos a ello. ¿Acaso no hay gente a la que hoy no le gusta la lectura, las matemáticas o la música precisamente por haber sido presionados en su día a que les gustase? Claro que la hay, y lo digo como estudiante. La motivación causada por un fin o premio no es mala de por sí, pero puede hacerle sombra al simple disfrute. Desde la educación, hay que saber encontrar las motivaciones propias de cada niño y, por supuesto, fortalecerlas sin eliminarlas. La educación es el pilar de la sociedad porque tiene un gran impacto en el futuro de los niños. Educadores, padres, profesores y psicólogos, tengan cuidado con el enorme poder que tienen en sus manos. Construyamos una sociedad que actúe por gusto… al menos de vez en cuando.