Todo el mundo echa la culpa al jabalí del descarrilamiento del tren y sus consecuencias económicas, retrasos y la Biblia en verso. ¿De qué más tiene la culpa? De los accidentes de tráfico, del destrozo de los campos, matas y matorrales. Y de la muerte de Viriato, de la caída de Constantinopla y del derrumbe del Imperio Romano. A nadie se le ocurre decir que le han robado su terreno, sus raíces, sus bayas y le han llenado de cemento su cobijo y su aíre. Los jabatos ya no pueden lucir sus rayas en su pelaje, hay que alimentarlos con biberón de la leche que se fabrica donde nacieron y a su madre la han despedazado las vías de tren y las máquinas que corren sobre ellas y a su padre le han cortado los genitales nada más cazarlo para que la carne no sepa raro, antes de congelar para siempre y cocinarlo con vino tinto, un corcho para ablandar y verduras, muchas verduras, que es muy mediterráneo, aunque el jabalí sea de monte. Muy edificante todo. ¡Viva la vida!