Durante un año, en la década de los sesenta, fui uno de los pocos españoles que estuvo en el Sahara. No en la legión ni llamado por los quintos, sino trabajando. Los civiles que en aquella etapa estábamos en la antigua colonia no seríamos más de veinte. Cuando yo empecé a trabajar se estaba celebrando el cuarenta aniversario fundacional de la Legión.
Mi labor consistió en realizar una serie de sondeos en un yacimiento de mineral de hierro que allí existe, por cierto, muy potente. Los ratos que tenía libres me iba por aquellos arenales y pedregales y, si encontraba algún nativo en su jaima, era siempre bien recibido, no te preguntaban nada y te ofrecían todo lo que tenían, que era bien poco. La hospitalidad es una de sus virtudes. Los nativos con los que yo traté hablaban y se esforzaban en español, los guayetes o niños también. Tenían DNI. Eran españoles y se sentían orgullosos de ello. En aquella época no existía el Polisario, de su existencia yo me enteré diez o doce años más tarde, antes de la famosa Marcha Verde. Entones España se bajó los pantalones y Franco les pegó la puñalada trapera. Sánchez la hundió. El padre o abuelo del actual Rey de Marruecos Hassan II, fue coronado estando yo allí. Y prácticamente no le conocían ni les interesaba, su antecesor fue Sultán y se cambió el título. En aquellos años Mauritania, que tomó su independencia, era reivindicada por Marruecos, pero... amigo Sancho, con la Galia hemos topado...
Pedro Sánchez no sé si actúa como lacayo o como testaferro de Estados Unidos, pero le ha puesto al rey Mohamed VI y a Marruecos la alfombra roja para ocupar los 270.000 kilómetros cuadrados y a 150.000 personas, que fueron y se creían españoles, en manos de un totalitario irresponsable. Veremos lo que sale cuando levante dicha alfombra